El Santo Padre en su reciente
Exhortación apostólica sobre la Eucaristía dice: "Quisiera subrayar aquí la
importancia de la
primera Comunión. Para tantos fieles este día queda grabado
en la memoria con razón como el primer momento en que, aunque de modo todavía
inicial, se percibe la importancia del encuentro personal con Jesús".
Seguramente es la experiencia de
muchos niños. Ese día queda impreso en su memoria como un hito muy especial,
como una fiesta única. Pero también podríamos preguntarnos sobre lo que queda
en el alma, en la intimidad del pequeño, si en todos los casos permanece ese
sentido íntimo del misterio, de la posesión de Jesús Sacramentado.
Esto depende mucho de la
formación que reciba y, sobre todo, de su familia. Sólo el ambiente de piedad
familiar puede dejar en el niño esa seguridad que aporta la fe, y por lo tanto
sentir una felicidad grande porque recibe a Cristo. He visto, en algunas
Primeras Comuniones, a niños recogidos, casi podríamos decir que emocionados; incluso
ajenos, en gran medida, al jolgorio, porque sabían bastante bien lo que hacían.
Pero eso depende de los padres. En
la misma fila de niños asistiendo a la Eucaristía, o dando gracias por el don
recibido, se veía a otros compañeros totalmente pendientes del ambiente, de los
fotógrafos o de los saludos de sus familiares.
Lo dice también el Papa en su
reciente documento: "Recibir el Bautismo, la Confirmación y acercarse por
primera vez a la Eucaristía, son momentos decisivos no sólo para la persona que
los recibe sino también para toda la familia". Una vez más los padres deben
reflexionar sobre su responsabilidad de transmisores de la fe.
Se ha criticado a veces el fasto que
se produce en torno a las Comuniones. Tiene una cierta lógica. Para el niño es
bueno que quede en la memoria como un día grande, y no teniendo capacidad para
profundizar como un adulto, en lo que ocurre, es bueno que el ambiente exterior
le ayude en el futuro para recordar un día grande. Pero como en todo, también en
esto vemos que tiene que haber prudencia, término medio.
Cuanto podríamos decir, por ejemplo,
sobre los regalos. El educador serio sabe que no le hace mucho bien al niño recibir
ese día todo un muestrario de lo que ha visto en los escaparates. Una cosa son
los sueños, y otra tiene que ser la vida misma, en la que el niño no puede
tener todo lo que desea, salvo que queramos hacer de él un pequeño monstruo. Y esto,
tristemente sucede.
Que envidia esas familias
modestas que tienen que contentarse con hacer unos pequeños regalos a los niños
en el día de su Primera Comunión. Seguramente se les quedará más gravado en su
alma el gran regalo: Jesús Sacramentado.
Ángel Cabrero Ugarte
Centro Universitario Villanueva
Para leer más:
Benedicto XVI, Ex. Ap. Sacramentum Caritatis, 2007
http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=5842
Joseph Ratzinger, La Eucaristía, centro de la vida, Edicep
2003
http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=3387
Javier Echevarría, Eucaristía y vida cristiana, Rialp 2005