Son muy interesantes las últimas palabras del monje, teólogo e investigador catalán el benedictino professo de Monserrat, Prof. Lluís Duch (1936-2018), escritas en su obra “Salida del laberinto” que ha subtitulado como “una trayectoria intelectual”, donde después de realizar una verdadera historia de su pensamiento teológico y antropológico y ,manifestar su amor por la verdad sobre Dios, el hombre y la naturaleza, termina por llevarnos a la “reconciliación de uno mismo consigo mismo, con los otros, con la naturaleza, y, si cree en él, con Dios” (220).
En efecto, la vida tal y como la ejemplifica el profesor Duch, consiste, sobre todo, en vivir el mandamiento nuevo, pues hemos nacido para amar y, los católicos, hemos sido bautizados para incorporarnos al sacramento universal de la salvación que es la Iglesia donde nos enseñan a amar.
Así pues, vivir puede consistir en rezar, leer, estudiar, pensar, compartir, interpretar, traducir, desechar, aceptar, saborear. Pues la vida parece un verdadero laberinto, pero en realidad la salida del laberinto se produce en cuanto salimos de nuestro yo para establecer una relación con Dios y con los demás: la conversación que lleva a lo alto, a lo profundo, a lo eterno: “el persistente deseo de salir de él mismo ya es la salida” (220).
Páginas antes, al comienzo del epígrafe denominado conclusión, nos habla nuestro autor, que la vida del hombre, como la vida personal que ha descrito en su trabajo, es como un laberinto en el que vive y existe el hombre; tanto interior como exteriormente, pues enseguida aparece la propia vivencia.
Para Duch, en la vida hay siempre una tensión, entre el revivir existencial de Abrahán, quien debe ponerse en marcha, sin rumbo determinado, en camino, pero abandonado en las manos de Dios y la imitación de Ulises quien siempre regresa a Itaca, a casa, al hogar, a la paz de la tradición. Continuidad y discontinuidad (214). Dicho de otro modo; quién va de Atenas a Jerusalén o viceversa. Del mundo judeocristiano al mundo griego y vuelta. Enseguida añade la comparación entre el derecho a la tradición y el derecho al progreso, pues “un Ulises sin Abrahán corre el peligro de permanecer eternamente inmerso en el laberinto de la propia interioridad (…). Pero “un Abrahán sin Ulises puede dar lugar a la pérdida de cordialidad cultual, es decir, al descarrilamiento “(215).
Así pues, nos dirá: “treinta años atrás, una de las máximas preocupaciones en el ámbito individual y colectivo era la historia, sus supuestas regularidades y, como consecuencia, la mecánica rígida y determinista -algunos hasta hablaban de leyes- de su desarrollo en el orden social, religioso y político. Se veía un sentido final -una escatología, en términos religiosos o laicos-, que se consideraba que era coextensivo al desarrollo en el espacio y el tiempo de los mismos eventos históricos: con mucha frecuencia, esto era mantenido tanto por parte de creyentes como de no creyentes” (219).
José Carlos Martín de la Hoz
Lluís Duch, Salida del laberinto. Una trayectoria intelectual, editorial Fragmenta, Barcelona 2020, 220 pp.