Desde el principio de su actividad sacerdotal san Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei, trabajó con carácter prioritario con los jóvenes de toda clase y condición, sabiendo que, en ellos, radicaba la esperanza de la Iglesia y de la sociedad.
Inmediatamente, Dios le hizo ver que no era ninguna casualidad el encuentro con esta o aquella persona, pues siempre detrás de cada alma, había una particular Providencia de Dios. Es decir, que se aplicaba a la letra las palabras de Jesús: “Nadie viene a mí, si el Padre no le atrae” (Io 6, 44). Es decir, aprendió a rezar y, a rezar mucho, por cada uno de aquellos jóvenes que Dios le ponía en el camino y aprovechaba cualquier oportunidad para formarles muy bien. Sabía que, si los formamos bien, Dios le enviaría gustoso muchos más.
En un libro de entrevistas concedidas por el Fundador del Opus Dei a los grandes medios de comunicación del mundo entero en los años sesenta del siglo pasado, uno de ellos, el corresponsal en Madrid de la revista Times le preguntaba abiertamente:“¿Cómo se explica el enorme éxito del Opus Dei?” (Conv. 31). La respuesta de San Josemaría sigue siendo plenamente actual: “El Espíritu Santo sopla donde quiere”. Es más, el Espíritu Santo sopla donde quiere y a quien quiere, pues el Opus Dei no es una Institución para llenar y engordar, sino para “dar espíritu y formación a las almas que lo desean” (Conv. 27).
Cuando las almas entran en contacto con personas del Opus Dei y oyen el mensaje divino, Dios las moviliza, salta la chispa, el incendio que se propaga: cada uno buscará a otros. Los sueños de san Josemaría, al cabo de los años, se han hecho realidad, pues siempre en la Iglesia, todo es una cuestión de vivir de fe. Efectivamente, hay un “quid divinum” en cada alma, en cada ambiente “que toca a cada uno de vosotros descubrir” (Conv. 114).
Prueba de la acogida de cada alma es cómo las formaba personalmente; con dedicación, confiando completamente en confiando en cada uno, sacando lo mejor de cada uno, enseñándoles, en definitiva, a darle a Dios todo lo que tenían y eran, y, por supuesto, les enseñaba a poner por obra lo que escuchan.
En definitiva, procuraba mantenerlos vibrantes, Como escribió en Camino: “Te falta vibración esa es la causa de que arrastres a tan pocos” (Camino 791). Pegar a la gente al sagrario. Lo que enciende es Jesús. Lo que arrastra es Jesús
De hecho, al cabo de los años afirmaban: “He vivido siempre de lo que oía en los medios de formación”. Para ello era clave la centralidad de Jesucristo. Además, con conversaciones personales aplicaba la doctrina general a cada alma en particular: eran siempre animantes. Finalmente, era para san Josemaría muy importante soñar con la catolicidad de la Iglesia y de la Obra: rezar por la expansión como algo propio. Soñar con el mundo entero. Les animaba a prender idiomas.
José Carlos Martín de la Hoz
Josemaría Escrivá de Balaguer, Conversaciones, edición crítico-histórica de José Luis Illanes, Rialp, Madrid 2012, 574 pp.