El 17 de mayo de 1992, tuvo lugar la solemne ceremonia de beatificación de san Josemaría que celebró san Juan Pablo II en la plaza de san Pedro de Roma, en la ceremonia resonaron las palabras por las que lo inscribía en el catálogo de los santos y, además, recordaba que con su vida y su predicación había preconizado la llamada universal a la santidad por inspiración divina: “con una intuición sobrenatural, el beato Josemaría predicó sin cansarse la llamada universal y al apostolado”. Unos meses después, se desarrollaba en el Ateneo Romano de la Santa Cruz de Roma un Simposio teológico, dedicado a estudiar detenidamente las enseñanzas del beato Josemaría Escrivá en la teología y en la vida del Pueblo cristiano.
En efecto, en la Clausura del simposio, el 14 de octubre de 1993, san Juan Pablo II, dirigía unas palabras a los participantes: “La historia de la Iglesia y del mundo se desarrolla bajo la acción del Espíritu Santo, que, con la colaboración libre de los hombres, dirige todos los acontecimientos bajo la realización del plan salvífico de Dios Padre. Manifestación evidente de esta Providencia divina es la presencia constante a lo largo de los siglos de hombres y mujeres, fieles a Cristo, que iluminan con su vida y su mensaje las diversas épocas de la historia. Entre esas figuras insignes ocupa un lugar destacado san Josemaría Escrivá, que, como subrayé el día solemne de su beatificación, recordó al mundo contemporáneo la llamada universal a la santidad y el valor cristiano que puede adquirir el trabajo profesional, en las circunstancias ordinarias de cada uno” (17). Precisamente, terminaba su intervención, con estas palabras: “en los sesenta y cinco años transcurridos desde su fundación la Prelatura del Opus Dei, unidad indisoluble de sacerdotes y laicos, ha contribuido a hacer resonar en muchos ambientes el anuncio salvador de Cristo” (19).
El beato Álvaro del Portillo, entonces gran canciller de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, aportaba en su discurso de apertura del simposio, una cita muy conocida de san Josemaría que hace referencia a las instituciones en la historia de la Iglesia: “primero viene la vida, el fenómeno pastoral vivido. Después la norma, que por lo común nace de la costumbre. Finalmente, la doctrina teológica, que se desarrolla a la par del fenómeno vivido “(carta 19.III.1954, n.9). Entonces, añadía el beato Álvaro con la profundidad y el agradecimiento a Dios: “la vida y el derecho remiten a la verdad del Evangelio, en el que se funda cualquier realidad auténticamente cristiana. Es en este momento cuando interviene la teología, como esfuerzo dentro de la fe para comprender más a fondo la vida de la Iglesia y de sus instituciones” (25).
El entonces Cardenal Ratzinger resumía la cuestión así: “Se puede, pues, hablar en relación con el beato Josemaría Escrivá, de un cristocentrismo acentuado y singular, en el que la contemplación de la vida terrena de Jesús y la contemplación de su presencia viva en la Eucaristía conducen al descubrimiento de Dios y a la iluminación, a partir de Dios, de las circunstancias del vivir cotidiano” (31).
José Carlos Martín de la Hoz
AA.VV, Santidad y mundo, Estudios en torno a las enseñanzas del beato Josemaría Escrivá, ed. Eunsa, Pamplona 1994, 294 pp.