Secretos de una casa

 

Giulia Alberico, nacida en 1949 en San Vito Chietino y residente en Roma, escribió La casa de 1908 en 1999, César Palma la traduce ahora para Minúscula. Lo primero que llama la atención es que el narrador sea el propio inmueble, construido en 1908 por Leandro –italiano emigrado a Argentina–, cuando decide volver al lugar de origen, con Teresa, su mujer. En el texto italiano, son bastante frecuentes las frases en español, la lengua materna de ella.

A través de este singular narrador, conocemos las peripecias de tres generaciones que ocuparán la casa, hasta que se plantean la posibilidad de venderla. Se trata de personajes de carne y hueso, muy normales, con sus ilusiones, alegrías, penas, incertidumbres, nostalgias, que pasan por momentos de prosperidad y por momentos de dolor y de carencias, sobre todo durante las dos guerras mundiales. Aunque se describen también los roces y distanciamientos que comportan a veces las diferencias de carácter y los cambios generacionales, se imponen la capacidad para la comprensión, la ternura, el perdón.

Se destaca, además, el valor de las tradiciones, de los objetos, de la propia casa, algo que puede resultar un tanto lejano para la sociedad nuestra en la que predominan la prisa, el cambio y el usar y tirar, pero que ofrece una perspectiva distinta, solidaria y enriquecedora. El lector se va identificando con los protagonistas –Leandro, Teresa, Aurelia y Marcella especialmente– y con el inmueble narrador, porque resultan cercanos, verosímiles, personas corrientes, pero no vulgares, ricas en su interioridad que aflora poco a poco. Un libro que casi duele que se termine.

 

Luis Ramoneda

Giulia Alberico. La casa de 1908, Ed. Minúscula.