Los lectores no ganamos para sustos. En el pasado Festival
Eñe América celebrado en Lima, la escritora de origen cubano Zoé Valdés ha
afirmado que la novela "tiene un gran peso político por su estructura, su
contenido, su forma", contestando así a los que le sugieren que escriba sobre
otras cosas.
Lo que nos faltaba por oír es que la política se convierta
en un género literario. Tal vez Valdés se deja llevar por el exceso oratorio
para aclarar cuál es su intención al publicar novelas con cierto valor de
denuncia política. Es preferible pensar eso a creer que la novela es en sí un
género político.
Es cierto que mucha novelística ha sido una plataforma para
la reivindicación política. Autores como Tolstoy, Rand, Orwell, Blasco Ibáñez,
Jünger, Woolf y un larguísimo etcétera han utilizado la narrativa para exponer
sus ideas políticas, pero eso no quiere decir que el género en sí sea político.
En la Unión Soviética la novela individual fue perseguida
por considerarse como un subproducto burgués y de ahí que impulsaran la
verdadera novela comunista, la escrita colectivamente. El experimento fue un
fracaso. Sin embargo, los opositores utilizaron el género para mellar al
régimen en lo que pudieran.
En el siglo XIX la novela tuvo un apogeo como nunca lo había
tenido, pero a nadie se le pasa que la poesía de poso romántico se utilizaba
como verdadera herramienta reivindicativa (por ejemplo, Espronceda), como ya lo
había sido en el siglo precedente (Quintana). En el barroco, la política tenía
a sus grandes propagandistas en el teatro, ese teatro del Siglo de Oro que todavía
nos enseña mucho sobre el papel social de las instituciones. Otras artes, como
la pintura o la arquitectura, también se han subordinado en ocasiones al
devenir político.
La novela no es el género de la política, cualquier género
puede serlo, pero también cualquiera de ellos puede renunciar a ella. Lo que
sucede es que la novela en la sociedad contemporánea tiene un espacio que antes
no tenía en la vida cultural, es el más fácil de construir y el que asegura una
mayor difusión de las ideas de sus autores.
Hubiera estado más acertada Zoé Valdés si hubiera dicho que
ella utiliza la novela como instrumento para la difusión de sus ideas
políticas, algo plenamente legítimo. Hay un cierto deje totalitario cuando se
afirma que cualquier realidad humana es política y más aún cuando a las artes
se las llama a doblegarse a las ideologías.
La literatura es la necesidad de expresión del ser humano.
Todo lo que la persona lleve dentro se puede plasmar en alguno de los géneros
en los que se divide. También sería lícito decir que la literatura es ante todo
moral o expresión de la psicología, o recuerdo, o sueño, o experiencia, o
anticipación de lo posible, etc. Lo cierto es que la literatura, el arte de
fabular, no puede extraviarse de la persona que la crea.
Carlos Segade