Gustave Thibon escribió una obra de teatro con este título en el final siglo pasado, situándose en una hipotética sociedad de cincuenta años después, considerando los peligros que podrían suponer los muchos avances científicos que él podía observar. Se daba cuenta del peligro de una sociedad inmersa en las maravillas de descubrimientos sorprendentes, tan útiles, tan determinantes para la vida de muchas personas.
Imagina una sociedad en la que se supera la muerte. El hombre será inmortal. Serán como dioses. Y lo describe a través de una historia de unos personajes que viven totalmente al margen de la trascendencia. Y allí, una joven, la protagonista de la historia, se da cuenta de que si no se muere perderá la trascendencia, la vida del espíritu con Dios. Y se empeña en no recibir los medios que la llevarían a ser inmortal.
Una historia, publicada por Didaskalos, que se puede encontrar en las librerías y que es muy recomendable, que nos sitúa, más de lo que parece, en el mundo actual. En estos momentos da la impresión de que hay personas a quienes no se les pasa por la cabeza la idea de trascendencia. Gentes normales de la calle que seguramente no han recibo el mensaje maravilloso del sentido de nuestra vida: estamos aquí para merecernos el tesoro de participar en la felicidad de los santos, de la presencia de Dios en la eternidad.
Esto es lo que se ha enseñado durante siglos, en todas las civilizaciones cercanas a la verdad revelada. Hacer el bien significa hacer la voluntad de Dios y acercarnos a Dios. Pero hoy, en la sociedad capitalista occidental, estas verdades esenciales quedan difuminadas por el éxito científico. Lo que parecía una exageración de la literatura, “seréis como dioses”, pasa a ser un murmullo casi imperceptible pero influyente, en el fondo del corazón de muchas personas.
Son palabras que a todos nos suenan, porque están en la Sagrada Escritura: el demonio en forma de serpiente, tienta a Eva para que coma del fruto prohibido, y le plantea esa ilusión, como una meta maravillosa: “seréis como dioses”. Hoy, más que nunca, la tentación está viva, porque son muchas las personas que desconocen la presencia de Dios, la cercanía de Dios. Y porque creen que la ciencia, los inventos, las comodidades que surgen, les darán la felicidad.
La tentación está en las primeras páginas de la Sagrada Escritura. Ahora, con tantas comodidades y facilidades para la vida, casi sin darse cuenta, muchos viven inmersos en el hoy. Se olvidan de que el sentido del hombre es la trascendencia, la vida con Dios. Pero como no conocen a Dios, esto es algo que no les atrae.
Gustave Thibon fue bastante profético con su escrito, y nos advierte de la maravilla que nos espera en la presencia de Dios.
Ángel Cabrero Ugarte
Gustave Thibon. Seréis como dioses. Didaskalos 2020.