Siempre a la espera de Dios

 

La producción literaria y ensayística de Simone Weil (1909-1943) se puede seguir en castellano en las cuidadas ediciones de su obra completa que ha venido realizando ediciones Trotta y, especialmente, con los comentarios de Carlos Ortega su más fiel introductor en España. Enseguida, hemos de afirmar, que la obra que ahora presentamos titulada: “A la espera de Dios” (publicada póstumamente en 1949), es indudablemente la más impactante de todas. En ella, se expresa la riqueza espiritual de esta intelectual francesa judía.

En efecto, el conjunto de cartas y breves tratados que se reúnen en este volumen expresan un alto grado de conocimiento de la fe cristiana y de la figura de Jesucristo muy superior a la de muchos cristianos de su tiempo.

Hay que empezar por afirmar que la formación que recibió en su hogar, en el colegio y en la universidad eran completamente agnósticos y radicalmente anticatólico, pero que esos planteamientos cayeron en un corazón de oro, bregado en la entrega a todos los hombres y especialmente a los más desfavorecidos de la sociedad: marxistas implicados en la cuestión social, obreros de las fábricas, pobres vendimiadores de la campiña francesa, soldados voluntarios en las tropas republicanas en la guerra civil española, miembros de la resistencia francesa en la ocupación nazi, voluntarios que trabajaban en Inglaterra para intervenir en la Francia ocupada.

El padre dominico J. M. Perrin, ha publicado y están recogidas en este volumen algunas interesantes cartas de la pensadora en las que se recogen frases literales y conmovedoras de Simone Weil sobre su alma.

No es extraño que el corazón puro de Simone Weil plenamente entregado a la búsqueda de Dios y que deseaba la sabiduría y el amor, terminara por ser visitado por Jesucristo en su propia casa, en 1938, en el monasterio de Solesmes en Semana Santa donde tiene lugar la gran iluminación que cambió su vida: “Cristo mismo descendió y me tomó” (24).

Un poco después, en 1942 viviendo en Marsella, en la misa dominical buscaba ardientemente la intimidad con Jesucristo en la “silencio vivió de las iglesias” y en la liturgia: “Mi corazón ha sido transportado para siempre, así lo espero, al Santo Sacramento expuesto sobre el altar” (26).

Finalmente, Perrin recoge las dudas y vacilaciones expresadas por Simone Weil acerca de si debía recibir el bautismo pues conocía suficientemente la doctrina cristiana, tenía una fe en Jesucristo y su doctrina salvadora y bastaría con tomar la decisión para poder comulgar y participar de la comunión de la Iglesia. El hecho es que algo la retenía: una mezcla de no considerarse digna, de algunos prejuicios sobre algunos pecados de los cristianos y finalmente un deseo de ser empujada por el mismo Dios para dar el paso: por eso el volumen se llama “a la espera de Dios” (78).

José Carlos Martín de la Hoz

Simone Weil, A la espera de Dios. Editorial Trotta, Madrid 2024, 201 pp.