Desde el año 2021 la Iglesia se encuentra en un periodo que se ha denominado con una palabra extraña: sinodalidad; sin embargo, se trata de algo sencillo y evangélico, la sinodalidad es unión, participación y testimonio cristiano.
El 7 de septiembre de 2021, la Santa Sede publicó un documento preparatorio para el Sínodo de los Obispos que había de celebrarse en octubre de 2023 y llevaba por título Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión. El escrito pedía la opinión de los fieles -en primer lugar de los consejos diocesanos- acerca de los extremos que en el documento se relacionaban: unidad, participación, escucha, diálogo, discernimiento y corresponsabilidad de los fieles. Siguiendo la inspiración del papa Francisco, se pide que la sinodalidad atienda a la voz de los rechazados y de los que viven alejados de la Iglesia por cualquier causa. Las Conferencias Episcopales hubieron de resumir todas esas opiniones y sugerencias, y posteriormente se arbitraron unas Conferencias continentales -en nuestro caso europea- para que sintetizaran todas las opiniones y las enviaran a la Secretaría del Sínodo de los Obispos. Ha sido un trabajo monumental y una labor de síntesis extraordinaria.
El 19 de junio del presente año, la Secretaría del Sínodo ha publicado un Instrumentum laboris -un documento de trabajo- que utilizarán los participantes en el Sínodo. Es un documento muy amplio y algo abstracto, que exige una o varias lecturas atentas. Algo infantil en algunos pasajes -por ejemplo, denomina fichas a a los distintos apartados lo cual tiene una connotación escolar-, pero que detrás y sin a veces nombrarlos alude a problemas muy reales. Si, por ejemplo, habla de sanar las heridas y cerrar las divisiones, sabemos que desde hace años existe en la Iglesia una separación entre progresistas y tradicionalistas -lo hemos visto, sin ir más lejos,en el reciente Sínodo de Alemania-. El Instrumentum laboris recomienda escuchar a todos y, después de hacer oración y atender a la Palabra de Dios, llegar a consensos en los que todos se vean reflejados. Denomína a este diálogo conversación en el Espíritu y obedece al convencimiento de que, al final, es el Espíritu Santo el que inspira a la Iglesia. El documento de trabajo toca una gran cantidad de cuestiones relacionadas con los tres apartados mencionados: Comunión, o sea unidad, Participación, responsabilidad y autoridad; y finalmente Misión al mundo, lo que supone apertura ecuménica, búsqueda del bien común y defensa de la casa común, o sea ecología y medio ambiente.
Nos hemos referido a progresistas y tradicionalistas en la Iglesia, pero estos no constituyen la mayoría de los fieles, la mayoría es un pueblo obediente, poco intelectual ni formado, que se ajusta a aquello que recibe en el nivel más elemental de la Iglesia y que es la parroquia, y solo lamenta la escasez de sacerdotes, lo cual le priva de aquello que más estima: la misa dominical, la fiesta del patrono y la liturgia de difuntos. Esta mayoría se caracteriza por su pasividad lo cual es una forma de clericalismo, esperar que todo lo haga el sacerdote. En el seno de esa mayoría existen algunos que no se resignan y prestan su colaboración como acólitos, catequistas, animadores litúgicos, responsables de caritas o de visitar a los enfermos de la parroquia; incluso los/las que integran el coro, limpian el templo o se ocupan de poner las flores; son los llamados ministerios laicales que el documento pide potenciar. Resulta curioso que el Instrumentum laboris ponga tanto interés en la participación de las mujeres, cuando son ellas las que más intervienen en las actividades parroquiales; hay que suponer que el texto se refiere a su participación en los procesos decisorios y de gobierno, no solo a poner flores y realizar tareas humanitarias.
En un rincón de esa mayoría, todavía encontramos a los que siguen una determinada espiritualidad y tratan de llevar el Evangelio a sus vidas, la Iglesia todavía no ha encontrado un lugar para ellos en sus estructuras -al contrario, a veces se los ve como bichos raros- pero pide que aporten a la sinodalidad sus experiencias y carismas.
Conservadores, progresistas, ministerios laicales, corrientes de espiritualidad, indiferentes y apartados de la Iglesia, son demasiadas ramas para un solo árbol: el Obispo diocesano; además se espera de él que sea cabeza de su presbiterio, instrumento de unidad, capaz de discernir los signos de los tiempos, vivir la colegialidad episcopal y la preocupación por la Iglesia universal. ¿Cómo vivir la sinodalidad en ese contexto tan agobiante? El Instrumentum laboris sugiere un procedimiento y es el de la transparencia en el gobierno, ser capaz de rendir cuentas de su labor y autoridad ante la Iglesia diocesana y escuchar sus sugerencias cuando éstas sean procedentes y coherentes con la Palabra de Dios. Comunión, participación y misión son importantes, pero hay algo previo que se presupone pero se menciona muy de pasada y es la información; el Instrumentum laboris señala que un obstáculo para vivir la sinodalidad puede ser "una falta general de información, [y] será necesario un mejor esfuerzo de comunicación". Por último hay que evitar que evitar la burocracia que roba las energías de la Iglesia y es lo contrario de lo que busca la sinodalidad: que sea el Espíritu Santo el que inspire y dirija a la Iglesia.
Si por san Juan Pablo II sentimos verdadera veneración y a Benedicto XVI le admiramos cada vez más, al papa Francisco hay que reconocerle la valentía de abordar los problemas que amenazan el futuro de la Iglesia.
Bolletino sala stampa de la Santa Sede. Documento preparatorio de la XVI Asamblea General del Sínodo de los Obispos. www.synod.va
Bolletino sala stampa de la Santa Sede. Insatrumentum laboris para la sesión de octubre de 2023. www.synod.va
Juan Ignacio Encabo Balbín