No hace mucho, en una entrevista que pesqué casualmente en una emisora de radio, el locutor hablaba de que había que culpabilizar a no recuerdo quién y el entrevistado, al contestar a las preguntas, insistía una y otra vez en lo de culpabilizar. Peor fue cuando, a los pocos días, un compañero de trabajo me leyó un mensaje en el que se decía que era necesario establecer la calendarización de la temática, prevista para cierta actividad organizada para personas mayores, porque había que culturalizarlas.
En el metro, una mujer hablaba con alguien por el móvil y le decía, a voz en grito, que la herida de su nieto se había infeccionado y, en un periódico, leí que determinado autor se dejaba influenciar demasiado por otro. Luego se animaba a recepcionar por todo lo alto a los ganadores de una competición deportiva y se comentaba que, a un futbolista nigeriano, le costaba aclimatizarse en Alemania.
En una tienda, el dueño intentaba explicar a un cliente las funcionalidades de un nuevo aparato refrigerador, mientras se anunciaba, por una cadena de radio, un programa en el que referenciaremos un caso flagrante de marginalización de la mujer… Parece que hay quienes piensan que, si a las palabras se les añaden sílabas, tienen mayor poder de convicción o quizá mejor aspecto, como las personas altas y apuestas. Ignoran que la tendencia del lenguaje es a economizar, para esto existen los pronombres, los adverbios, las elipsis y otros recursos simplificadores. Por esto decimos: "Pilar salió por la mañana hacia Burgos, para ver a su hermana, que vive allí, y regresará mañana", en vez de decir: "Pilar salió por la mañana hacia Burgos, para ver Pilar a su hermana, que vive en Burgos su hermana, y Pilar regresará mañana de Burgos".
En los casos que he destacado con cursiva –llevando el relato un poco al límite–, habría bastado con decir: culpar, calendario, temas, culturizarlas, influir, recibir, aclimatarse, funciones, referir (explicar, contar) y marginación.
Luis Ramoneda