Sociedad caprichosa

 

En la sociedad capitalista en que vivimos, casi por definición chocamos con un afán consumista preocupante. Se nota en la manía del cambio, la dificultad para mantener lo adquirido, el capricho y el vicio de comprar aunque ya se tenga. Si esta tendencia está presente en los adultos, podemos imaginar lo que ocurre con los niños, el día de Reyes, en su cumpleaños: todo son regalos y más regalos. No hacerlo así daría una imagen de que son pobretones y, por lo tanto, los padres no se cortan y compran. Y maleducan a sus hijos de un modo gravemente irresponsable.

Me lo decía un experto en móviles. Fui con el mío porque le fallaba un detalle concreto y no supe arreglarlo. Él se hizo con la situación de inmediato, qué marca, si tenía garantía, y me explicó por qué me había dado ese error, etc. Fueron poco minutos y no me cobró nada. Tiempo nos dio, a pesar de todo, para charlar un poco sobre el afán de consumo de la gente, pensando él en lo que conocía, en su especialidad. Me decía que hoy en día todo el mundo tiende, si no funciona algún detalle, a la mínima de cambio, a sustituir su móvil. En lugar de arreglarlo piensan de inmediato en comprar otro.

Y coincidíamos en que esto está pasando en nuestra sociedad con todo. La gente cambia de coche con gran facilidad, los jóvenes duran poco en el mismo trabajo si tienen otras opciones. Las familias -generalmente con pocos hijos- tienden a cambiar de lugar de veraneo. Lo quieren conocer todo en lugar de  tener un lugar donde los conozcan. Cambian de ropa constantemente.

Y resumía con una consideración preocupante: “esa tendencia lleva también a cambiar de pareja con gran facilidad”. Ya no solo de novio o novia, también de esposo o esposa. Es uno de los problemas más graves que tenemos en nuestra sociedad consumista: somos unos caprichosos, como niños pequeños, que los reyes les traen unos juguetes espléndidos y a los dos días están arrinconados. Y ya el colmo, impensable hace poco tiempo, el cambio de sexo. Esto desde luego no se ha dado en otras épocas de la historia. Es el nivel de capricho tremendo al que hemos llegado.

Las rupturas familiares son, sin duda, el problema más grave. Si lo estudiamos un poco, nos encontramos con una falta tremenda de madurez. Predomina el egoísmo. Por eso podemos decir que ha influido mucho en esas rupturas la inmadurez que produce el capricho generalizado. Si su vida es una continua tendencia a comprar, a cambiar, a estar a la última en electrodomésticos y en pantallas, se está creando un caprichoso o caprichosa de preocupantes dimensiones.

Y claro, ante las dificultades de la convivencia matrimonial, si se olvidan de que el amor es entrega y  que, por lo tanto, no tiene que ver con mis caprichos, con mis gustos, ni con mi tiempo, sino que se trata del amor, de la entrega a la otra parte, de la preocupación por las cosas del otro, sus cansancios, sus gustos; si  olvidamos esto, el matrimonio no dura. También porque la sociedad, la pobre sociedad nuestra, no ayuda, lleva más bien al egoísmo y la ruptura.

Ser caprichoso es un problema. Lo podemos entender en un niño pequeño. Precisamente la educación consiste en conseguir la madurez en el niño que le lleva a pensar en los demás. Si eso no se da habitualmente entre los padres, los hijos crecerán como perfectos egoístas.

Ángel Cabrero Ugarte