Es una sorpresa encontrarse con un libro que hable del sentido de la vida de un soltero. Por lo que supone de riesgo de ser mal entendido, me parece un acto de valentía por parte de Silva Castignani afrontar esta situación, siempre un tanto compleja y no fácil de discernir del por qué y para qué del soltero.
Claro, lo primero que ha procurado concretar es porque un hombre o una mujer viven su vida como solteros. Como es lógico tiene en cuenta a los sacerdotes y a los que viven una vida consagrada a Dios como religiosos. No se sabe bien por qué, se olvida de esa inmensa cantidad de personas que viven a nuestro alrededor que son solteros, no religiosos, pero que han decidido ser célibes para servir a las almas, como son tantos hombres y mujeres del Opus Dei y de múltiples movimientos eclesiásticos.
Pero luego hace referencia a las variopintas situaciones que se dan por las que una persona “se queda” soltera. Personas que se han dedicado a cuidar de sus padres y se han hecho mayores; personas que tienen alguna enfermedad que no les permite casarse; personas que arrastran ciertas heridas emocionales…
Creo que no hace referencia a un problema muy actual y muy frecuente: personas que se dedican a su vida profesional como si no existiese otra cosa en la vida. Dedican años y años a su profesión, que les lleva a veces a pasar años fuera de su país y de su entorno normal con lo que, cuando se quieren dar cuenta, se les ha pasado la ocasión de encontrar a alguien…
El planteamiento trascendente que hace el autor de este libro puede ser de gran utilidad para quienes son solteros sin quererlo. Los que son solteros con una idea clara, con premeditación, no tienen problema. Las consideraciones sobre cuál debe ser la actitud de esos solteros sobrevenidos pueden ser de gran utilidad para no pocos.
Las circunstancias pueden ser muy variadas y, desde luego, lo primero que deben hacer esas personas que “se encuentran” solteras es asumir la mala suerte o sus escasas previsiones y pensar que en la vida se pueden hacer muchas cosas buenas precisamente desde esa disponibilidad del soltero. O sea, que se puede “ser feliz”, como advierte el autor. Siempre y cuando uno se plantea una vida útil. Desde luego lo más penoso y camino seguro hacia la tristeza, es quedarse en el lamento y cerrado en uno mismo.
La gran diferencia está normalmente en la formación recibida. Una persona con un fondo claramente cristiano es consciente de que se pueden hacer muchas cosas buenas, precisamente por gozar de mayor disponibilidad. Hay diversas organizaciones caritativas y de servicio, estatales o religiosas, que necesitan gente con ese buen ánimo de servir. Basta con mirar un poco alrededor para descubrir gente necesitada.
Aquí la gran diferencia suele estar en si hay un planteamiento trascendente, de agradar a Dios, o no. A un buen cristiano se le ocurren infinidad de posibilidades. Desde personas enfermas o necesitadas en la propia familia, hasta organizaciones parroquiales que precisan de quien organice.
Habla el autor de la vocación a la santidad. Sin duda es una diferencia. Esa llamada tan nítida del fundador del Opus Dei a ser santos en medio del mundo es una referencia determinante para cualquier persona que quiera hacer algo positivo por los demás.
Ángel Cabrero Ugarte
Jesús Silva Castignani, El mundo os necesita, Palabra 2024