Verdaderamente el tratado de la creación preparado por José Granados García, joven profesor de la Universidad san Dámaso de Madrid y del Instituto Juan Pablo II para la familia de Roma, es una verdadera obra maestra, de madurez que, por tanto, no solo ha sido fruto de muchos años de docencia y de conferencias e intercambios con otros profesores, sino sobre todo de una verdadera “teología arrodillada”, como diría Benedicto XVI y, por tanto, de una profunda meditación e investigación.
Deseamos detenernos, dentro de las muchas temáticas abordadas en ese denso y extenso manual, en la desconcertante e inimaginable relación del hombre con Dios que la teología católica ha formulado mediante la expresión genial y “plural” del libro del Génesis donde la Trinidad afirma: “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gen 1,26).
Para estudiar tan maravillosa relación, en primer lugar, el profesor Granados García comenzará por detenerse en uno de los más célebres discursos de san Pablo tomados de los Hechos de los apóstoles, donde el apóstol de los gentiles aborda con ánimo firme, teología finísima y espíritu magnánimo la magistral cuestión de la imagen y de la estirpe. En efecto, según los hechos de los apóstoles, Pablo afirmaba una relación real: “si somos estirpe de Dios, no debemos pensar que la divinidad se parezca a imágenes de oro o de plata o de piedra, esculpidas por la destreza y la fantasía de un hombre “(Act 17, 29)”.
Inmediatamente, el profesor Granados con gran aplomo comentará: “llevar la imagen, por tanto, se equipara a la estirpe divina. Lo cual implica que la imagen nace de una relación heredada (una relación de parentela) entre el hombre y Dios. Esta relación atraviesa, como todas las relaciones familiares la carne del hombre, y por eso culmina en la resurrección”. Para terminar de remachar esta primera consideración, Granados concluirá del siguiente modo su razonamiento: “Así que el Creador ha grabado su imagen en nosotros en cuanto nos ha abierto espacios y tiempos de vida que empiezan a desplegarse en el cuerpo de cada uno de nosotros”.
Impresiona el realismo de la cuestión del tiempo que el profesor madrileño domina con precisión, pues añade finalmente: “Dios se hace cercano al hombre precisamente a partir de los espacios corporales y de los espacios históricos donde vivimos juntos. Lo propio de la manifestación de Dios como Creador es su presencia en el lugar del encuentro del hombre con su mundo y con los otros, es decir en el cuerpo viviente” (33).
La comparación siguiente es sencillamente bellísima: “el orden lógico del cosmos, regido por las leyes de la naturaleza, no conduce por sí solo hasta el Dios creador. Pero tampoco lleva a El orden íntimo que nace en lo profundo de cada uno. Diríamos más bien que el lo propio del Dios creador es inaugurar y sostener la conjunción armoniosa de estos dos órdenes. Es decir, el acceso a Dios se hace posible solo superando la división entre persona humana y su ambiente” (34).
José Carlos Martín de la Hoz
José Granados García, Teología de la Creación: de carne a gloria, ediciones Didaskalia, Madrid 2020, 544 pp.