El
pasado 30 de noviembre se publicaba la segunda Encíclica
de Benedicto XVI titulada Spe salvi. Se trata de una continuación de la primera Encíclica
del Romano Pontífice, Deus Caritas est. En esta ocasión el Papa aborda un tema de gran
actualidad: la
esperanza. Es fruto de años de estudio de los
problemas que aquejan al hombre de hoy, y de la meditación de la Palabra
de Dios y de la riqueza de la experiencia del hombre y del mundo que posee la
Iglesia después de veinte siglos.
El
somero recorrido histórico que realiza resulta clarificador. Desde que
la esperanza en Bacon se transformó, durante
siglos, en la fe en el progreso científico, concepto que ha entrado en
crisis, como tantos otras facetas de la modernidad (nn.17
y 18): "Si el progreso técnico no se corresponde con un progreso
en la formación ética del hombre, con el crecimiento del hombre
interior, no es un progreso sino una amenaza para el hombre y para el mundo"(n.22)
La
Revolución burguesa no produjo los frutos deseados y se intentó
la revolución proletaria. El error de Marx
dice el Papa es el materialismo: "El hombre no es solo el producto de
condiciones económicas y no es posible curarlo solo desde fuera, creando
condiciones económicas favorables"(n.21).
La
conclusión es certera: "el hombre necesita a Dios, de lo contrario
queda sin esperanza" (n.23). A la vez: "la razón necesita de
la fe para llegar a ser totalmente ella misma: razón y fe se necesitan
mutuamente para realizar su verdadera naturaleza y misión"(n.23).
La
búsqueda, siempre nueva y fatigosa, de rectos ordenamientos para las
realidades humanas es una tarea de cada generación (Cfr.
n.25). Pero el hombre es redimido por el amor: "Si existe este amor
absoluto con su certeza absoluta, entonces –solo entonces- el hombre es
redimido, suceda lo que suceda en su caso particular. Esto es lo que se ha de
entender cuando decimos que Jesucristo nos ha redimido" (n.26). Por tanto
el hombre es relación, primero con Dios y luego con los demás
(27-28). Así concluirá: "Esta gran esperanza solo puede ser
Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por
sí solos no podemos alcanzar"(n.31): Dios
es amor.
Los
medios para fomentar la esperanza los resume en los siguientes: la
oración (nn.33-34); actuar en cristiano (n.35);
ejercicio de la esperanza ante los sufrimientos físicos y morales (nn.36-37); acompañar y consolar a los que sufren (nn.38-39); ofrecer las contrariedades (n.40). Seguidamente
se detendrá en la meditación sobre el Juicio final, para
responder al problema de la injusticia en el mundo: "el ateísmo de
los siglos XIX Y XX, por sus raíces y finalidad, es un moralismo, una
protesta contra las injusticias del mundo y de la historia universal"(n.42). Ante esto contesta el Papa: "Dios
existe, y Dios sabe crear la justicia de un modo que nosotros no somos capaces
de concebir y que, sin embargo, podemos intuir en la fe" (n.43). Dios es
justicia y crea justicia. La verdad del Juicio final es definitiva. "El
Juicio de Dios es esperanza, tanto porque es justicia, como porque es
gracia" (n.47).
Finalmente:
"nuestra esperanza es siempre y esencialmente también esperanza
para los otros; sólo así es realmente esperanza también
para mí" (n.48). La Virgen es Stella
maris; una estrella que guía a la esperanza
verdadera del cielo.
Los
cristianos, por la fe en Jesucristo, debemos difundir el amor de Dios por toda
la tierra, eso implica actuar con esperanza: el mundo necesita una
inyección de ilusión y de optimismo, para dar respuestas innovadoras
desde la fe a los problemas.
José Carlos Martín de la Hoz
Para leer más:
Benedicto XVI (2007) Spe salvi. Sobre la esperanza cristiana, Madrid, Palabra
http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=6786