Desde el pasado 9 de junio y hasta el próximo 13 de septiembre, en la sede madrileña del Museo Thyssen-Bornemisza, se puede contemplar la magnífica exposición Zurbarán: una nueva mirada. Pasar de la tórrida tarde en los alrededores del paseo de Recoletos al ambiente fresco y sosegado del museo ya fue un primer regalo, pero adentrarse en la exposición resultó tan gratificante, que mi amigo Luis Agius –músico y escritor– y yo salimos realmente reconfortados, mejorados como personas.
Qué contraste, además, con el ambiente zafio y chabacano, patente sobre todo en algunas zonas de la capital. Francisco de Zurbarán (Fuente de Cantos, 1598–Madrid, 1664) es la delicadeza y la precisión en los detalles ordinarios: los pliegues de las ropas, las manos y los ojos de las figuras retratadas, esos conmovedores cuadros que representan a la Santísima Virgen niña, unas veces cosiendo, otras adormilada, otras en éxtasis… El delicadísimo Bodegón con cacharros de la colección Cambó, las figuras de santas vírgenes mártires con unos ropajes elegantísimos que hacen las delicias de modistas y modistos… Y para completarlo, el descubrimiento de siete bodegones pintados por Juan (1620-1649), uno de los hijos del pintor, que iba para genio, pero falleció antes que su padre, con solo veintinueve años. Sería ridícula vanidad por mi parte tratar de dar lecciones sobre uno de los más grandes pintores españoles. Solo escribo para invitar a los lectores a acudir al Museo Thyssen y con el deseo de que les ocurra algo tan enriquecedor como lo que me sucedió a mí la tarde del pasado tres de julio.
Al día siguiente, mientras leía la reciente encíclica del papa, me encontré con el siguiente texto, que me ha venido como anillo al dedo para cerrar este artículo: "Prestar atención a la belleza y amarla nos ayuda a salir del pragmatismo utilitarista. Cuando alguien no aprende a detenerse para percibir y valorar lo bello, no es extraño que todo se convierta para él en objeto de uso y abuso inescrupuloso" (Papa Francisco: Encíclica Laudato si', n.º 215). Mirar y contemplar... Luis Ramoneda