El santo Padre Francisco ha publicado en estos días uno de los grandes documentos de su Pontificado: “Desidero, desideravi”, acerca de una cuestión de gran calado pastoral y teológico como la liturgia de la Iglesia.
Precisamente, las palabras con las que inicia este documento son las mismas palabras con las que evangelista Juan comenzaba la narración de la última cena (Io 13. 1), cuando Jesucristo va a adelantar sacramentalmente el sacrificio de la Misa, cuando ordenará sacerdotes a los apóstoles y proclamará los dos grandes mandamientos del Nuevo Testamento la caridad y la unidad.
Desde luego, es imposible pensar en un marco más entusiasmante, ilusionante y casi poético, para iluminar el camino de la santidad del pueblo cristiano que recordarles el misterio de la unión del cielo y la tierra en la renovación incruenta del sacrificio de la cruz, que se renovará diariamente sobre nuestros altares hasta el último día antes de los “cielos nuevos y la tierra nueva”.
Efectivamente, en este documento publicado en “Vatican service” el santo Padre remueve al colegio episcopal, al clero y al pueblo cristiano a revivir un misterio sobrecogedor y a madurar, meditar y saborear de nuevo el gran “horno del amor de Dios” que es la sagrada liturgia y el desarrollo, concretamente, de las rubricas de la Santa Misa en el Misal de san Pablo VI.
Es muy importante que el papa Francisco vuelva a pedir al pueblo cristiano que “no se acostumbre al gran misterio de nuestra fe” que el sacrificio eucarístico ni tampoco a la presencia sacramental de Jesucristo eucaristizado y escondido en los sagrarios de nuestras iglesias y oratorios del mundo entero.
La Iglesia vive de la fe y de experimentar la presencia eucarística y el rigor litúrgico del camino que Dios recorre cada día para llegar a nuestros altares y de ellos a nuestros sagrarios pues significa, como afirmaba Benedicto XVI en muchas ocasiones, un misterio sobrecogedor.
El Santo Padre pide a todos los sacerdotes del mundo entero y al pueblo fiel que meditemos despacio y detenidamente de nuevo la Constitución apostólica “Sacrosantum Concilium“, el primero de los grandes documentos aprobados por una mayoría absoluta en la magna Asamblea Conciliar.
En ese documento culmina lo que el Espíritu Santo había ido suscitando en un gran número de santos y teólogos del siglo XX que se denominaron el “movimiento litúrgico”, como supo resumir y sustanciar el célebre benedictino, el padre Garrido en su trabajo reeditado muchas veces en la BAC.
Finalmente, recordemos que el Santo Padre Francisco desea que en toda la Iglesia universal se produzca “la revolución del amor” (Encíclica Fratelli Tutti, n.2) y eso sólo será posible si salimos encendidos de amor a Dios y a las almas en la renovación del sacrificio de la cruz. Solo viviremos la Iglesia en salida, ir a las periferias, etc., con la liturgia renovada.
José Carlos Martín de la Hoz