Hace unos días tuve la alegría de participar en una mesa redonda en el Salón de Actos de la Facultad de Comunicación y Relaciones internacionales de la Universidad Blanquerna, centro universitario integrado en la moderna y prestigiosa Universidad de Raimón Llull, en la ciudad de Barcelona.
El tema que nos convocaba era la comunicación de la fe ayer y hoy en torno a la figura de Mosén José María Hernández Garnica, sacerdote del Opus Dei fallecido en Barcelona hace ahora 40 años.
Efectivamente, al terminar la Segunda Guerra Mundial, San Josemaría se aprestó, con el envío de sacerdotes y laicos del Opus Dei, a colaborar en la reconstrucción de Europa después de la Segunda Guerra Mundial, ayudar a los obispos de Italia, Alemania, Austria, Inglaterra, Francia, Holanda, Bélgica, Suiza y habría llegado hasta el último rincón de Europa, si no hubiera caído el telón de acero, es decir el terrible muro de Berlín, que dejó aislados y sin libertad a la mitad oriental de Europa, los Balcanes y la mitad del antiguo imperio austro húngaro.
Hay que tener mucha fe para enviar a aquellos jóvenes profesionales y sacerdotes con pocos años de ordenación sacerdotal a países donde serían considerados extranjeros de segunda pues, todavía España, de donde provenían la mayoría de ellos era, en general, mal vista en esos países de Europa por la instalación del régimen político franquista al término de la guerra civil española,
Aquellos hombres y mujeres acudieron a esas tierras a mezclarse, a trabajar codo con codo con sus conciudadanos, con la ilusión de devolver la esperanza cristiana y ayudar en la reconstrucción física y espiritual, pues la guerra mundial no solo había destrozado el tejido económico, industrial, sanitario y educativo, sino sobre todo había roto los nervios y quebrantada la esperanza tras quedar rotos moralmente y arruinados económicamente.
Precisamente, don José María Hernández Garnica (1913-1972), como persona de confianza de san Josemaría, no solo viviría y trabajaría en esos países, sino también, los visitaría, como enviado del Fundador del Opus Dei, para animarles, resolver dificultades y comprobar el buen espíritu, es decir, trasmitir a las personas del Opus Dei, cooperadores y amigos, vibración, ilusión humana y sobrenatural en la tarea y buenas dosis de buen humor.
Su fe en Dios y en el espíritu del Opus Dei, se mostrará en múltiples anécdotas muy concretas e ilustrativas que han sido relatadas con motivo de la apertura de su proceso de canonización concluido en la diócesis de Madrid en 2013 y que ahora está ya en su fase romana.
El punto de partida de este modelo e intercesor de nuestros días, como se habló en la mesa redonda, sería la riqueza de la vida espiritual, pues nadie da lo que no tiene. D, José María llevaba ya muchos años de vocación para saber manejarse en el mundo sobrenatural y, por tanto, sabía que el punto de partida de toda tarea es la oración y la penitencia y, por supuesto, la visión espiritual de los problemas y soluciones.
José Carlos Martín de la Hoz