La
Reciente reedición de la bien documentada biografía de Fernando
Valdés, Arzobispo de Sevilla e Inquisidor General, publicada por José
Luis González Novalín, nos da pie a
regresar al interesante período de la mitad del siglo XVI español.
Eran
tiempos intensos, “tiempos recios” los llamaba Santa Teresa. En
ellos se vivía la esplendida renovación de la teología
católica, la profunda espiritualidad española con una
pléyade de santos, el comienzo del siglo de Oro de las letras y del arte
español. Pero también se vivía con miedo al influjo protestante,
que estaba separando de la
Iglesia Romana a media Europa. Momentos de tensión y
de defensa de la fe en los monarcas, el clero y el pueblo.
En
ese ambiente, surge a mitad de siglo en enfrentamiento entre el Inquisidor
General y Arzobispo de Sevilla, Fernando Valdés y el recién nombrado Arzobispo de
Toledo, Bartolomé de Carranza, Confesor del Rey teólogo Imperial
en el Concilio de Trento. Estamos en el ocaso de la vida de Carlos V y en el
comienzo del reinado de Felipe II. Gobernaba la Iglesia Paulo IV,
y pronto se celebraría el último
período del Concilio de Trento.
Dos
grandes cabezas del momento se enfrentaron por motivos doctrinales que ocultaban
las pasiones humanas del rencor y la animadversión. El
motivo fue un catecismo, excesivamente prolijo en opinión de Domingo de
Soto, que había publicado Carranza en los Países Bajos en lengua
vernácula.
Valdés
en este proceso usó de su habitual lentitud y de sus modos de hacer
jurídicos, administrando los tiempos como en una sinfonía.
Primero obtuvo del Papa un Breve del 5.I.1559, para que fueran revocadas las
licencias de leer libros prohibidos. Seguidamente incluyó el catecismo
de Carranza en el índice de libros prohibidos. Finalmente alcanzó
del Papa Paulo IV, un Breve en ese año con el que poder encausar a
personas de la nobleza y del alto clero.
Detrás
del conflicto subyacía el enfrentamiento entre Roma y Felipe II, que
llegó a su punto álgido cuando Valdés encarceló
preventivamente al Arzobispo de Toledo en 1559. El
escándalo fue mayúsculo y, después de momentos de gran
tensión, la causa fue asumida por el Santo Padre (1566). La causa se
resolvió con la supresión de algunos párrafos del
catecismo y con la libertad del encausado.
Carranza
no era un hereje, ni nunca lo fue. Entre otras cosas porque él mismo
había sometido su obra al magisterio de la Iglesia. Pero su
enfrentamiento personal marcó, desde entonces, a una institución como
la Inquisición que se había erigido en plenipotenciaria. El
Inquisidor General Valdés fue cesado en 1567 y falleció al
año siguiente.
José Carlos Martín de la Hoz
José Luis González
Novalín, El Inquisidor
General Fernando Valdés (1483-1568). Su vida y su obra, Universidad
de Oviedo 2008, 394 pp.