Vida Consagrada y eclesiología de Comunión

 

Ha pasado ya más de sesenta años del comienzo de los trabajos del Concilio Vaticano II y ya con mayor perspectiva histórica se puede asegurar que uno de los temas centrales del Concilio, indudablemente, giró alrededor de la profundización en el misterio de la Iglesia, la eclesiología, tal y como lo describe la Constitución Dogmática “Lumen Gentium”.

Además, se puede añadir que entre los muchos conceptos clave aportados en ese documento del Concilio Vaticano II, está indudablemente el de Iglesia de Comunión, lo que nos lleva directamente al misterio de la Santísima Trinidad, pues en ese paradigma se vislumbra que no se trata solo de que los cristianos vivamos juntos, adheridos o solidarizados, sino algo de mucho más calado como sería la unidad estrecha de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Precisamente, sobre la relación entre la Iglesia de comunión y la vida consagrada versa el trabajo de la doctora en Teología Lourdes Grosso, misionera idente, directora de la Oficina de las Causas de los Santos de la Conferencia Episcopal española y coordinadora de la cátedra de teología de la vida consagrada de la Facultad de Teología de la Universidad de San Dámaso de Madrid.

Que el tema es de gran actualidad, nos lo recuerda la autora en los primeros compases de su trabajo, cuando afirma con toda fuerza: “la forma en que se han de establecer las relaciones mutuas entre los estados de vida queridos por el Señor Jesús para su Iglesia, es una de las preocupaciones centrales del papa Francisco sobre la vida consagrada” (26).

Indudablemente, la unidad entre todas las instituciones y familias eclesiales en el seno de la parroquia, en el seminario diocesano, y en las relaciones de esas instituciones con los obispos diocesanos han de quedar marcados por la virtud de la caridad y, consecuentemente, por calidad y delicadeza del espíritu de servicio a la Iglesia y a las almas.

Efectivamente, la autora recuerda un documento romano ”mutuae relationes” publicado en 1978 en donde se abordaba tras el concilio las relaciones entre los obispos y la vida consagrada. Lógicamente, tras el desarrollo de la eclesiología de Comunión aquellas primeras indicaciones, son ahora aumentadas y magnificadas pues no es una simple unidad ni coordinación sino una verdadera comunión de intereses e ilusiones para impulsar la Iglesia de Jesucristo (23).

Precisamente, la nueva clave que marcará la autora para rejuvenecer las relaciones intraeclesiales, es unir el concepto de comunión con el de la llamada ilusionante a la santidad y a la renovada misión apostólica que ya en la Lumen Gentium se ampliaba a todos los cristianos de toda clase y condición. De ese modo, al entrar en contacto directo con el Espíritu Santo, el santificador y modelador, es mucho más sencillo descubrir que todos los carismas brotan de Dios y conducen a la felicidad de darle gloria (247).

José Carlos Martín de la Hoz

Lourdes Grosso García, A imagen de la Trinidad, ediciones Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2019, 312 pp.