San Josemaría escribió a su confesor el 9 de diciembre de 1932, unas letras con el objeto de enviarle para aprobación el libro de Santo Rosario que había redactado de un tirón en la sacristía de Santa Isabel: “Dios quiere que haga a nuestros amigos almas contemplativas”.
Efectivamente, ese deseo le ponía constantemente en marcha y le llevaba a buscar formas almas contemplativas en los quehaceres ordinarios y en la oración diaria. No se trataba de echar agua bendita al trabajo, sino vivir la vida con Dios y en Dios: “hacerlo todo juntos”. En la instrucción acerca de la labor de san Rafael concluía: “si no hacéis de los chicos almas de oración habéis perdido el tiempo”.
La primera premisa para hacer de los chicos almas contemplativas es perseverar en serlo él mismo, de ahí que pusiera por escrito lo que el Espíritu Santo le fue sugiriendo a su propia alma y, por tanto, el itinerario de meditar las escenas del Santo Rosario antes de recitar las avemarías y mientras lo hace, va en la dirección de saborear, de gozar contemplando un cuadro o metiéndose en la escena.
Es muy interesante que Luis Borobio haga contemplación de las escenas de los misterios del Santo Rosario antes de sentarse a dibujar esas conmovedoras escenas que aparecen en la edición de ese libro que él ilustró, con tantos detalles que muestran cómo verdaderamente lo hacía.
Los círculos y las meditaciones de san Josemaría eran oración en voz alta, con referencias al sagrario, “al Señor que siempre nos escucha”. De hecho, lo que más impresiona de un círculo o una charla de formación es cuando alguien comenta: “al meditar el otro día el Evangelio vi tal cosa”. O Chiqui me dijo en un momento de apuro: “ponte el escapulario”.
Verdaderamente, se puede afirmar que Camino no lo escribió san Josemaría. Lo que escribió fue el índice. Camino es el Espíritu santo que golpea el alma de san Josemaría. Los chicos de Ferraz le pidieron Consideraciones y luego Camino, para recordar en su oración lo que oían en los círculos y meditaciones: no los razonamientos o esquemas sino las anécdotas chispeantes, los ejemplos gráficos pasados por la oración.
Todos los mayores del Opus Dei recuerdan la meditación de san Josemaría del “possumus” que quedó inmortalizada en un repostero de cruces y corazones. También todos recordarán el inolvidable silabeo: “contemplativos”.
Es muy importante, como dice el Prólogo de Camino, ser alma de criterio y eso no se produce memorizando anécdotas o conservando reglas de conducta (Babor derecha, Estribor izquierda) sino al pedirlo al Espíritu Santo que nos conceda mirada contemplativa para ver las cosas con los ojos de Dios: “que vea con tus ojos Cristo mío, luz de mi alma”.
La vida mística de san Josemaría le llevará a pasar una mañana “borracho de amor por la calle” meditando sobre la filiación divina, otras veces le llevará a hacerle un itinerario de industrias humanas a Pedro Casciaro desde su pensión en la calle Goya hasta el caserón de san Bernardo: la imagen del monumento a Colón, la pastelería Viena capellanes, lo que los ojos del enamorado descubren: un campanario y un sagrario para asaltar.
A veces hemos tenido que hacer oración en voz alta con un amigo y un camino para enseñarles a pasar de la oración de petición, de avemarías a la oración personal, íntima, confiada, que contiene tres elementos: examen, afectos, propósitos. Don Javier recordaba a don José Luis Múzquiz.en el Oratorio de Españoleto. San Josemaría no nos señaló un método para hacer la oración, pero en sus meditaciones nos enseñó a hacerlo: por ejemplo la homilía vida de oración.
José Carlos Martín de la Hoz