Respecto
al fundamentalismo y la yihad en el Islam, conviene
detenerse en el trabajo de Flori, aunque sea
brevemente. En primer lugar respecto al término yihad:
“La palabra yihad,
que generalmente se traduce por ‘guerra santa’, expresa una
noción mucho más amplia que ese único aspecto belicoso:
puede traducirse por ‘esfuerzo realizado en la vía de Dios”.
Reviste un sentido general y puede aplicarse a toda iniciativa loable que tenga
como finalidad el triunfo de la verdadera religión sobre la impiedad, y
puede aplicarse así al esfuerzo de purificación moral individual
del creyente. Existen varias especies de yihad que no
tienen nada que ver con la guerra. El
Corán habla, por ejemplo, del yihad
del corazón, del yihad de la lengua
(Corán 3, 110, 114; Corán 9,7). Etc. No se puede, pues, identificar
estrictamente yihad y guerra santa. Yihad tiene un
significado más amplio, aunque el término, en cambio recupera
asimismo la noción de combate guerrero, expresado mediante la ‘yihad de la espada’” (p.74).
Evidentemente
hay un gran peso de la historia, pues no se puede olvidar, el peso de la
tradición histórica. La rápida expansión del Islam
mediante las guerras de religión, marcarán siempre el recuerdo
histórico.
Es
un hecho incontrovertible que: “El
Islam no tuvo, desde sus orígenes, ninguna reticencia respecto a la
acción guerrera. No fue condenada ni por la revelación
coránica ni por el comportamiento real de su fundador” (p.75).
Por
otra parte, y aquí radica la cuestión clave, los ojos a la vida y
a la predicación del Profeta, los fundamentalistas que usarán la
violencia para extender o defender la fe islámica, siempre
encontrarán el necesario apoyo en la tradición: “Mahoma no estableció ninguna
distinción entre acción religiosa y acción política
o militar. Fue a la vez profeta, jefe de guerra y jefe de Estado, o al menos de
una comunidad organizada por un conjunto de leyes, de costumbres y de
tradiciones, y regida por un gobierno del que era la cabeza. Esa
fusión total de los dominios político y religioso descartó
cualquier objeción moral al acto de matar por la causa de Dios, y
constituyó una de las razones por las que el Profeta no manifestó
ninguna reticencia ante el uso de la violencia contra sus adversarios, asimilados
a los enemigos de la fe” (p.79).
De
todas formas, el Islam ha mantenido una cierta tolerancia respecto a los
judíos y cristianos, pero sometiéndolos en las civilizaciones que
gobernaban a un impuesto especial y, en definitiva, manteniéndolos como
ciudadanos de segunda categoría. Por tanto se trataba de una tolerancia
muy especial: “judíos y
cristianos fueron autorizados en el seno de la comunidad, a conservar bajo
ciertas condiciones su fe, en calidad de protegidos (dimmies).
El proselitismo, en cambio, fue prohibido, y la apostasía, el abandono
de la religión musulmana, severamente reprimida. La tolerancia, por
tanto, fue real, aunque limitada” (p.80).
José
Carlos Martín de la Hoz
J. FLORI, Guerra Santa, Yihad, Cruzada. Violencia y
religión en el cristianismo y el Islam, ed. Universidad de Granada,
Granada 2004