En este interesante trabajo recopilatorio de estudios de John Pocock (Londres 1924) sobre pensamiento político e historia en el mundo anglosajón del siglo XVIII se plantean cuestiones de un enorme interés, sobre todo, para la mentalidad latina que continuaba estudiando la virtud, el mercado y el derecho natural en un sentido muy distinto al anglosajón. En efecto la obra de Hobbes, el Leviatán, marcará la diferencia entre libertad, Sagrada Escritura y derecho natural. Estado, pues siendo las palabras las mismas adoptan un sentido diferente.
Son importante estos trabajos recopilatorios pues en el mundo occidental leemos a Hume, Locke, Hobbes y Adam Smith como lo leían en el mundo latino y no es verdad, pues el concepto de virtud ya no es el Aristotélico sino el propio de Calvino y de Lutero donde ya no hay ni libertad ni mérito sino nominalismo puro lleno de antropología pesimista.
Las leyes del comercio para el mundo anglosajón serán sometidas al Estado interventor del despotismo ilustrado, además imbuido de calvinismo y predestinación, de que si los negocios van bien es señal de estar predestinados al cielo. Además, según explica Hobbes, los ciudadanos han entregado la libertad al estado y lo refrenda con textos de la Escritura para ganar la benevolencia de las autoridades eclesiásticas.
Lógicamente el nominalismo inglés influirá en abandonar la moralidad en el derecho y las virtudes en la jurisprudencia, es decir nuestro autor habla de modelos de funcionamiento que facilitan entender el modo de gobernar y de actuar (38).
Un poco más adelante nos recordará que los tres elementos para entender la filosofía política y jurídica son: Dios, naturaleza y ley (47), pero de un Dios deísta que no interviene: “Cuando aparecen pensadores como Maquiavelo, que no guardan relación con el paradigma del derecho natural, debemos suponer que lo han estado negando o subvirtiendo” (48).
Respecto a la virtud para Maquiavelo que pasará a Hobbes “implicaba la práctica de un código de valores que no era necesariamente idéntico a las virtudes de un cristiano”. Es más, Montesquieu distinguía entre virtud moral, virtud cristiana y virtud política. Enseguida nos dirá: “la virtud entendida como dedicación al bien público estaba cerca de identificarse con el concepto de justicia” (93). A lo que añade: “la noción de gobernar y ser gobernado implicaba una noción de igualdad que no se adecua completamente a la noción de distribución” (53). Respecto a la vida social: “la defensa de la sociedad comercial, en no menor medida que la defensa de la virtud clásica, se llevó a cabo con las armas del humanismo”. “el derecho a las cosas se convertía en un camino hacia la práctica de la virtud, en la medida en que la virtud podía definirse como la práctica y el refinamiento de los hábitos sociales. Se había construido con éxito un humanismo comercial” (63).
José Carlos Martín de la Hoz
John G. A. Pocock, Virtud, comercio e historia. Ensayos sobre pensamiento político e historia en el siglo XVIII, editorial Temis, Bogotá 2018, 409 pp.