En el interesantísimo tratado del profesor Jaume Aurell, catedrático de historia Medieval de la Universidad de Navarra, hay un “excursus” muy clarificador acerca del cambio de mentalidad que se observa sobre los mercaderes en los siglos XIV y XV que vale la pena comentar.
En efecto, a finales de la Edad media cuando la nobleza entra en una crisis adquisitiva crónica. “se producía entonces el clásico intercambio entre el capital simbólico (los títulos nobiliarios) con el capital material (el dinero líquido acaudalado por los mercaderes” (196).
Además, los moralistas mendicantes revisaron y flexibilizaron las doctrinas éticas del alivio de la pobreza, el precio justo, y la usura. Los predicadores empezaron a estimular a los mercaderes para reorientar parte de sus beneficios a obras piadosas, en previsión de la salvación de sus almas en el más allá.
Finalmente, el rey recurriría a ellos como un matrimonio de conveniencia para zafarse de la vigilancia y control de las nobles y las cortes generales y lograr préstamos rápidos para realizar sus campañas.
Así, llegamos al siglo XVI que trajo varios fenómenos concatenados: la llegada masiva del oro y la plata americana, un mercado que abastecer, las carreteras limpias, la globalización del mercado por la continuidad de la paz de los Augsburgo Carlos V y Felipe II, y una moral económica renovada en la Escuela de Salamanca.
Vitoria jurídicamente establecía que el derecho de gentes pertenece al derecho natural y, por tanto, la libre circulación de mercancías y de personas corresponde al optimismo de la dignidad de la persona humana y a la búsqueda del bien común.
En segundo lugar, conviene recordar que con la expulsión de los judíos había desaparecido el excesivo préstamo usurario y se estaban buscando fórmulas alternativas a una economía emergente con un mercado globalizado que implicaba abastecer américa. Así que después de establecer el precio justo cómo aquel que corresponde con el sentir común de los mercaderes cristianos, inmediatamente acometieron la cuestión de los préstamos en precario.
Finalmente, con toda naturalidad a las posibilidades que santo Tomás y el derecho habían establecido de cobrar un interés bajo en caso de contratos por el daño emergente y el lucro cesante, añadieron el préstamo con interés bajo para asegurar la seriedad de la globalización del mercado y el envío a América en los galeones de todo lo que hubiera necesidad.
De hecho, las fábricas europeas multiplicaron enormemente su actividad y se creó empleo y desarrollo y riqueza, mientras que en España se produjo una gran inflación pues simplemente el dinero entraba y de los baúles y la Península se descapitalizaba en personas y bienes.
José Carlos Martín de la Hoz
Jaume Aurell, Elogio de la Edad Media. De Constantino a Leonardo, ediciones Rialp, Madrid 2021, 270 pp.