Todos los cristianos hemos nacido con una vocación clara y específica y es la de irnos al cielo por la directa. Por eso, la labor apostólica que se nos pide no consiste en meter a Dios en los corazones de las gentes, incrustarlo, ni convencerles o conquistarles, sino en llevarlos, con la gracia de Dios a la eternidad con Dios, es decir, acercarles a Dios para que sea Él quien les enamore y encienda.
Es interesante que el profesor Pablo Martí, arranque el manual de Teología Espiritual que acaba de editar con el concepto de vocación. De hecho, es la Iglesia quien nos recuerda que nuestra vocación es la comunión con Dios y con los demás, pues de ese modo, con el buen ejemplo, preparamos almas para dar el salto, las dispondremos para que el Espíritu Santo la eleve, las conquistamos para que Él las arrebate: “ser cristiano es una vocación y por el bautismo se entra en comunión con Dios Padre hijo y Espíritu Santo a través de la Iglesia”.
Como explica magistralmente el profesor Pablo Martí en su nuevo manual: “En ese diálogo de la historia personal, Dios quiere que la libertad de la persona intervenga no solo en la respuesta sino también en la configuración de la vocación misma” (69). Es más, añadirá: “la salvación se encuentra en el éxtasis, en el amor, en el salir de uno mismo” (71).
En la nueva civilización que está brotando se parte de la solidaridad, de cuidar la naturaleza, de respetarnos entre los hombres y confiar: “la sociedad actual se edifica sobre el pluralismo. Cada uno debe aportar las propias ideas, las propias fuerzas al bien común de todos”. De ahí que los cristianos debamos meter el hombro para construir con nuestros conciudadanos un mundo cristiano
Asimismo, es muy interesante que nuestro autor, como profesor de teología espiritual aborde toda la materia bajo el esquema de la santidad personal, de la llamada universal a la santidad y la identificación con Cristo, bajo la mirada de María y la guía amorosa del consolador, el Espíritu Santo (21).
Precisamente, porque nuestro autor ha abordado la teología espiritual desde la santidad personal en medio del mundo, descenderá enseguida al meollo del espíritu del Opus Dei que es la santificación en medio del mundo a través del trabajo profesional y de los quehaceres ordinarios del cristiano (272-279). Lógicamente, cuando habla del matrimonio cristiano como camino de santidad subrayará indudablemente como hacía san Josemaría el amor conyugal (270).
Finalmente, se referirá nuestro autor al horizonte de la vida contemplativa, pues si todos estamos llamados a la santidad, lógicamente también estamos todos invitados a la contemplación y a la intimidad con Jesucristo a: “la novedad radical de la vida de hijos de Dios” (294). Pues, como recuerda el profesor Ocariz: “somos hijos en el Hijo”, luego la conclusión realista es que: “La encarnación del Logos es la intervención de la eternidad en el tiempo y del tiempo en la eternidad: Dios no es tiempo, pero tiene tiempo” (298).
José Carlos Martin de la Hoz
Pablo Martí, Teología espiritual, ediciones Eunsa, Pamplona 2021, 424 pp.