Vocación y misión

 

Verdaderamente es una nota inseparable del ministerio sacerdotal descrito y caracterizado por el Concilio Vaticano II en el inolvidable decreto “Presbyterorum ordinis”, la idea de que junto a la vocación sacerdotal a ser “alter Christus” e “Ipse Christus”, estamos llamados a realizar “In persona Christi”, una urgente tarea apostólica y evangelizadora.

En términos teológicos se viene hablando de que la llamada universal a la santidad de los cristianos y especialmente de los sacerdotes, hay una inseparable llamada a la misión apostólica. El Evangelio lo expresa con frecuencia cuando recoge cómo Jesús se conmueve ante aquellas “ovejas que no tienen pastor” (Mt 9,36).

San Josemaría en su homilía “Sacerdotes para la eternidad”, publicada en los años setenta y ahora recientemente reeditada, recordaba que en la vida sacramental del pueblo de Dios el sacerdote está llamado a ser instrumento verdaderamente sobrenatural en los sacramentos de la eucaristía y la confesión: “la administración de estos dos sacramentos es tan capital en la misión del sacerdote, que todo lo demás debe girar alrededor, otras tareas sacerdotales -la predicación y la instrucción en la fe- carecerían de base, si no estuvieran dirigidas a enseñar a tratar a Cristo, a encontrarse con Él en el tribunal de la penitencia y en la renovación incruenta del sacrificio del Calvario, en la Santa Misa” (n.26).

Evidentemente, el año dedicado a la meditación de la misericordia de Dios con sus hijos los hombres, ha llevando al Romano Pontífice a subrayar la importancia de ese “misereor super turbam” (Mt 15,29), de esa conmoción ante las almas a quienes debemos contemplar con “entrañas de misericordia”.

Precisamente, vivimos tiempos de particular diligencia sacerdotal para dedicar tiempo a las almas en el sacramento de la confesión para que cuantos más mejor recuperen el gozo y la paz de los corazones, pero también es necesario que saquemos tiempo para la tarea insustituible del acompañamiento espiritual. San Josemaría repetía con frecuencia que para un sacerdote de Jesucristo una de sus pasiones dominantes es la de dirigir almas, ahora decimos con toda precisión: acompañar almas en el camino de la santidad.

Efectivamente, los primeros Padres de la Iglesia fueron recabando experiencias de esa tarea y muy pronto san Gregorio Magno escribiría en sus “Moralia” que la dirección espiritual es el “arte de las artes”.

Como siempre, el sacerdote debe ir por delante en esa tarea acudiendo personalmente con la frecuencia necesaria y la docilidad al Espíritu Santo y sobre todo con iniciativa y responsabilidad personal para dejarse ayudar. La meta es, como recordaba san Juan Pablo II, “la pastoral del siglo XXI en la pastoral de la santidad” (Novo milenio ineunte, n.2). Precisamente en la “Pastore dabo vobis” recordará que las vocaciones llegarán en el seno del acompañamiento espiritual.

José Carlos Martín de la Hoz

Josemaría Escrivá de Balaguer, Escritos Varios, edición crítico-histórica a cargo de Philip Goyret. Fernando Puig y Alfredo Mendiz, ediciones Rialp, Madrid 2018, 323 pp.