El filósofo francés Glucksmann entró en la historia de la filosofía con su famoso trabajo Le Discours de la Guerre en el año 1968 y, después, con sus muchos artículos y conferencias alrededor de los hechos de la revolución de mayo del 68 en Paris. Desde entonces su filosofía ha evolucionado hacia la crítica del marxismo y del pensamiento actual.
En esta ocasión, se introduce en el pensamiento de Voltaire para juzgar los problemas de nuestro tiempo. El ejercicio es arriesgado, pero hay que reconocer que Glucksmann tiene oficio y ha repensado mucho y bien a Voltaire.
En efecto, como afirma Glucksmann, Juan Pablo II ha derrotado al marxismo ateo, pero no ha logrado acabar con el deísmo y con el agnosticismo, que metamorfosean a merced de los escándalos que se arrojan contra la Iglesia para desprestigiarla y provocar la desconfianza hacia ella: “los europeos viven como si Dios no existiera, decía Juan Pablo II. Wojtila había vencido a Marx, pero se inclinaba ante Voltaire” (43).
A lo que añade que Voltaire negará a Pascal, pues encarna para él: “el súmmum de una espiritualidad anticuada, instigadora de una búsqueda absoluta de sentido que no tiene razón de ser” (45).
Es interesante recordar cómo Voltaire fue un revulsivo para su tiempo: “Cándido o el optimismo describe el mundo tal como es y no como se dice que es. Voltaire propone a los amables aduladores que a través de esa diversión novelesca encuentren las razones por las que se están dando estocadas unos a otros hasta matarse. El Parlamento lo condena en el acto y los alguaciles caen sobre el impresor de la primera edición. Otras clandestinas, se tiran a miles. Un reguero de pólvora. Voltaire saborea el impacto y fastidia a su amigo D’Alembert, principal organizador de la gran Enciclopedia: Jamás veinte volúmenes in-folio harán la revolución, los temibles son los libritos manejables de treinta céntimos” (22).
Para Voltaire el comienzo de la era contemporánea fue el terremoto de Lisboa del uno de noviembre de 1755, con su estela de muertos y sus interrogantes: “Voltaire interpela a la naturaleza, a la sociedad, a la humanidad y a Dios en el epicentro de una experiencia insondable que sólo puede consolar a unos sabios perfectamente indecentes” (27). El deísmo es el Dios de la desconfianza por eso derivará en el ateísmo: “En el siglo XVII la era de las sumas cedió ante la era de los diccionarios, como los ejercicios escolares a los placeres de la conversación. La ciencia una e indivisible de las sumas teológicas fracasó ante el parcelamiento infinito de las ciencias, continuamente renovadas y renovables. La gran enciclopedia no propone un segundo orden, aleatorio en cuanto alfabético, sino que instaura un desorden primero y fundamental. Leyendas, catecismos, profanaciones y payasadas pueblan los artículos y los capítulos eruditos de un panorama universal pero disperso. Pertrechado con ese bagaje, el hombre honesto se reconoce como un filósofo ignorante, es decir liberado de los cielos metafísicos que se bastaban a sí mismos” (58).
Terminaremos recordando que existen dos métodos para tirar con arco, o bien concentrarse en la flecha, la puntería y la diana, o en el arco, en su potencia y capacidad de tensión (64). Esta obra muestra la tensión interna del pensamiento de Voltaire que no resuelve ni el deísmo ni el ateísmo.
José Carlos Martín de la Hoz
André Glucksmann, Voltaire contraataca, ed. Galaxia Gutemberg, Barcelona 2016, 171 pp.