La ideología woke no es nueva, podemos relacionarla con la rebeldía propia de la juventud; con los aires parisinos de Mayo de 1968: "¡Sé razonable, pide lo imposible!"; con el llamado progresismo y su crítica de los valores que considera trasnochados; con el supuesto estado del bienestar que define derechos y parece olvidarse de los deberes; y con el relativismo que defiende la subjetividad de los valores: "Eso será así para tí, pero no para mí".
La única novedad que aporta la ideología woke es la voluntad de convertir a cada ciudadano en un activista social. Ironiza McGrath: "Puedes cambiar el mundo simplemente colocando una bandera arco iris en tu perfil de Facebook o increpando a una persona mayor porque no sabe lo que significa 'no binario'".
La manifestación woke más antigua son aquellas pegatinas que se veían en los vehículos, a principios de los setenta, con un sol sonriente y la leyenda "¿Nuclear? No gracias". No se aportaban argumentos, se trataba de crear un estado de opinión que se antojaba simpático y justificado. El asunto dejó de tener gracia cuando ETA atentó contra la central nuclear en construcción de Lemoniz, en el País Vasco, mató a dos personas y consiguió que se suspendiera su construcción.
En la actualidad hay en las librerías hasta tres títulos, procedentes del área anglosajona, críticos con la ideología woke, la cual contemplan desde distintos puntos de vista. El último es de la filósofa y publicista cristiana Noelle Mering. La revista Omnes de marzo de 2024, entrevista a Mering acerca de su libro El dogma woke
Señala la autora como la ideología woke es anticristiana, ya que impugna la existencia de unos valores permanentes: "Niega que exista una naturaleza estable y cree que podemos rediseñar a los humanos a partir de lo que pensamos [en cada momento] que es nuestra naturaleza". La autora vé manifestaciones de esa ideología en la política de la identidad: "Yo contra el mundo", o en la revolución sexual: "Mi cuerpo es mío y hago con él lo que quiero", envueltos en lo que llaman el derecho a elegir.
Para élla la ideología woke infantiliza al sujeto en cuanto desconoce la responsabilidad personal: la culpa es siempre de la sociedad y el individuo una víctima a la que asiste el derecho a exigir que se respeten sus convicciones, por muy descabelladas que sean; por ejemplo, la negativa de un alumno a que haya un crucifijo en el aula se impone frente a todos, a fin de evitar cualquier sombra de agresión ideológica al disidente. ¿Es lógico? ¿Es democrático? No, pero es así.
El activista woke se aprovecha de la indiferencia y las pocas ganas de discutir de la mayoría, por lo cual recomienda Mering: "Como personas cuyo objetivo es la verdad y no el poder, [los cristianos] no deberíamos tener miedo a debatir y debemos mostrárselo también a nuestros hijos". Mering afirma que "el movimiento woke se construye en torno a mentiras y solo puede sostenerse mediante la coacción y la manipulación".
Los que tenemos una cierta edad recordamos cómo el divorcio se introdujo en España, argumentando acerca del derecho que asiste a la mujer maltratada a rehacer su vida, pero hoy dos de cada tres matrimonios terminan en divorcio sin que tengan nada que ver con aquel argumento inicial. De la misma manera el aborto se introdujo para tres supuestos y con las mayores garantías, y hoy se producen anualmente noventa mil abortos sin referencia a aquellos supuestos iniciales. ¿Ha habido manipulación, o no?
Noelle Mering da un último paso cuando afirma que "más que una batalla política o una guerra cultural, nos encontramos ante una guerra espiritual": "Odiarse entre sí, odiar la naturaleza humana y odiar la idea de una ley moral". Ante ella recomienda la oración como ,mejor arma con la que cuenta el cristiano, así como el examen y la confesión como instrumentos para mantener una conciencia recta.
Juan Ignacio Encabo Balbín
Susan Neiman, Izquierda no es woke, Debate, 2023
Titania McGrath, Woke, Alianza Editorial, 2020
Noelle Mering, El dogma woke, Rialp, 2023