El afamado dominico y cardenal de la Iglesia Católica, Yves Congar (1904-1995), es reconocido en el trabajo que ahora presentamos, como uno de los grandes teólogos del siglo XX, especialmente en el ámbito de la eclesiología y del ecumenismo.

La biografía teológico existencial publicada recientemente en Ediciones San Esteban de Salamanca, precisamente en la cuna de la renovación teológica del siglo XVI que tuvo como epicentro ese convento y como centro teológico personalidades como Francisco de Vitoria, Domingo de Soto o Melchor Cano, debía convertirse en el centro del homenaje que le dedican los profesores franceses Farmerée y Routhier, en la colección “glosas” de la mencionada editorial.

Efectivamente, la primera parte de la biografía de los teólogos franceses nos resume la completa, sólida y esmerada formación de Congar, según la tradición de la orden dominicana y, más en Europa.

Como es conocido, la Segunda Guerra Mundial se interpuso en el crecimiento de una línea de fondo de la renovación teológica del siglo XX que tomaba como línea de fuerza el redescubrimiento de la tradición oral y escrita de la Iglesia, mediante ediciones y estudios sobre los Padres de la Iglesia y los orígenes históricos del cristianismo.

Ese clima se recuperó al término del conflicto bélico donde las ilusiones y afanes apostólicos de los jóvenes que habían redescubierto a Jesucristo en la contienda y en la precariedad de la vida, se empeñaron en la reconstrucción Cristiana del tejido social, político y económico.

Lógicamente la pregunta por el problema del mal a raíz del descubrimiento de Auschwitz y de la barbarie nazi afectaba también al ámbito universitario y cultural, y a todas las facetas de la teología.

A la vez desde 1945 hasta 1957, la congregación de la doctrina de la fe, educación católica y universidades estaban más focalizadas en la reconstrucción de los tejidos sacerdotales, noviciados, catequesis de jóvenes y apostolado de acción católica que en otras tareas, como por ejemplo la presencia de la Iglesia en los ambientes obreros o en el ecumenismo, pedía prudencia a los teólogos.

Yves Congar fue efectivamente tratado con prevención, como muestran los biógrafos en este trabajo,  y atravesó por momentos de duda y vacilación que gracias a su sentido sobrenatural y madurez se solventaron positivamente y fue prudente para esperar la aceptación de sus trabajos sobre ecumenismo, eclesiología y tradición (33, 41).

Finalmente, en diciembre de 1956, encontró en el obispo de Estrasburgo, Mons. Weber y en el convento de dominicos de la ciudad un lugar de reconstrucción interior, de serenidad y de enriquecimiento teológico que le llevó en muy pocos años (1960) a ser nombrado perito del concilio Vaticano II (45).

El Espíritu Santo había ya previsto que providencialmente fuera llamado como perito conciliar y, gracias a la prudencia adquirida pudo realizar importantes aportaciones tanto en la preparación de esquemas, modos, redacción de textos base para su estudio y discusión en el aula conciliar.

Fueron importantes sus aportaciones en la eclesiología de comunión como en la eclesiología ecuménica, pues en ambos casos aportaría una visión renovada y enriquecida de la Tradición de la Iglesia.

José Carlos Martín de la Hoz

Joseph Farmerée y Gilles Routhier, Yves Congar, editorial San Esteban, Salamanca 2019, 344pp.