Carlos Reviejo tiene el don de manejar la musicalidad de las palabras, de versificar el mundo, de infundir en los más pequeños la admiración por el carácter sonoro del lenguaje y de acompañarse en muchas ocasiones de excelentes ilustradores. Sus obras suelen estar situadas en las bibliotecas escolares (cuando las hay) o si no en el entorno más próximo al colegio. Bien sean empleadas como herramienta para el aprendizaje de la lectura o como obras de recreación son favorablemente recibidas por chavales y maestros.
No es la primera vez que Carlos Reviejo visita el mundo animal para inspirarse. Lo hizo por ejemplo en el poemario La canción del grillo o en el libro de pictogramas El viejo búho. Sin embargo, aunque observamos cómo, entre poemas muy logrados y otros de relleno, se repiten motivos, giros y alguna que otra rima, la propuesta visual de Javier Aramburu le proporciona una imagen novedosa y fresca que integra los especímenes del alfabeto en un zoo multicolor.