En la línea de varios otros títulos de “La Valija diplomática”, estas “andanzas” recogen, con naturalidad y sin pretensión alguna, las vivencias y recuerdos de un funcionario de a pie –como el propio autor se califica a sí mismo– durante más de cuarenta años de Carrera.
El interés político de los destinos de José Manuel Cervera –en Chile, coincidiendo con el golpe de Estado contra Salvador Allende; ante la Santa Sede, durante el pontificado de Juan Pablo II; así como en Malta o en el Chipre dividido, puestos en los que representó a España como Embajador– añade al relato un indudable valor histórico al que se suman la franqueza del estilo y el atractivo de las curiosas anécdotas que salpican la narración.
Unas memorias sin pretensiones pero con mucho contenido...
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Toda profesión tiene sus emociones, pero unas más que otras, y unas influyen más que otras. Tal es la de diplomático, una profesión y antes una vocación, porque requiere muchas dosis de perseverancia en los objetivos aunque no se vean resultados. Una vocación que lleva a viajar, a destacar la mejor cara de un pueblo, y a quererlo aunque uno esté de paso.
Esto lo lleva en su espíritu el autor, diplomático que ya ha cumplido sus tareas y puede decir lo que piensa. Y lo que piensa es bueno para todos, no por diplomacia sino por vocación y humanidad. José Manuel cuenta sus andanzas por tantos países y capitales, entre ellos, Senegal, Chipre, Hannover, Malta, o Italia durante trece años, unos en Milán y la mayoría en Roma ante la Santa Sede. Me parece que esta última sede referida, no su último destino, es la que más satisfacciones le ha dado y lleva más en el corazón. La presencia de su esposa, como ocurría en la mayoría de los diplomáticos, ha sido esencial para poder desempeñar su misión, pues ellas son las embajadoras que resuelven tantos problemas.
El autor es un interlocutor afable que adereza los relatos con variedad de anécdotas, muchas con buen humor y mostrando el lado humano de los acontecimientos. Menciona a los servidores de las embajadas o consulados, a los dirigentes como Allende en Chile, Moratinos, o Mons. Laboa. Especial interés político tiene el capítulo dedicado al enrevesado problema de Chipre; el dedicado a su viaje a Cuba; el lado humano en Malta o el gozo en Roma. Refiere cómo se vivió desde la embajada española ante la Santa Sede la canonización de Josemaría Escrivá, que después ha visto con mejor perspectiva como hombre de fe que supera habladurías y conoce de cerca la realidad espiritual del Opus Dei y la santidad de su Fundador.
Interesante libro, pues, para ver el lado humano de un diplomático, hombre de principios y de fe, por encima de ideologías, que hace las delicias del lector, y puede servir a los jóvenes que sientan inclinación por esta tarea apasionante que intenta hacer mucho bien entre las naciones. La envoltura de celofán coloreado, que atrae a los ingenuos, debe dar paso a la realidad de la difícil tarea que desempeñan estos profesionales del diálogo.