El inmenso Imperio Romano reinó en el mundo durante cuatro siglos, y su creador fue un hombre de una talla excepcional, ambicioso y fascinante: Julio César, al que Max Gallo restituye toda su extraordinaria humanidad. Sabemos que venció a Vercingetórix y sedujo a Cleopatra, y que fue un escritor brillante y excelente orador, pero es imposible imaginar la energía, el valor y la habilidad política y militar que necesitó para lograr conquistar por sí solo todo el mundo mediterráneo, desde España hasta Asia, de Egipto hasta las costas africanas, al tiempo que libraba una guerra civil contra Pompeyo, para terminar proclamándose vencedor y único gobernante de Roma. César fue un hombre solo, aunque estuvo casado varias veces; incluso cuando se hallaba en los brazos de sus jóvenes y bellos secretarios, y también cuando el pueblo romano lo aclamaba. Así, sentado en un trono de oro, dictador y cónsul a perpetuidad, sumo pontífice e imperator, cegado por su propia gloria, no supo ver los puñales que lo acechaban en la sombra.
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En su obra, Max Gallo retrata la fascinante epopeya del hombre que creó un Imperio. Ya desde la cuna, Julio César (100-44 a.C.) estaba destinado a grandes desafíos. Su familia era una de las más importantes de Roma, descendientes directos de la diosa Afrodita. Con sólo 16 años ya era un habitual del Foro, donde escucha, observa y aprende de los oradores. Pronto comprende que para acumular poder debe labrarse una gran carrera militar, que comienza en Asia y luego en Hispania, y también política. Es senador de Roma en el año 69 a.C. y va labrando una alianza con los otros dos hombres más poderosos del momento, Pompeyo y Craso. El grupo forma el llamado Primer Triunvirato, repartiéndose áreas de influencia: Craso gobierna sobre Oriente, Pompeyo se queda en Roma y César emprende guerras victoriosas por la Galia y Germania. Las diferencias no tardan en aparecer y desembocar en una sangrienta guerra civil. El futuro emperador cruza con sus tropas el Rubicón y expulsa a Pompeyo de la capital. En 45 a.C. es nombrado "dictador perpetuus", título al que se sumarían después los de "imperator", "pontifex maximus" y "pater patriae". En la cima de la gloria, cegado por su exceso de confianza, es asesinado en plena sesión del Senado por un grupo de nobles encabezados por Bruto, su hijo adoptivo. "¡Tú también, Bruto!", grita mientras muere tras recibir 23 puñaladas.