A ciegas es la larga perorata de un utopista desencantado, un enfebrecido monólogo confesional cuyos continuos saltos temporales y digresiones contraponen, superponen o amplifican los sentidos de un melancólico relato complejo y elusivo. Encerrado en un sanatorio mental, Salvatore Cippico rememora desde su demencia, y ya cerca del final de sus días, lo que ha sido su vida, una trayectoria vital que atraviesa los horrores de algunos de los acontecimientos más dramáticos del siglo XX, al tiempo que representa asimismo la grandeza y dignidad de quien es capaz de sacrificar su propio destino por una causa universal, de subordinarse al bien de la humanidad.
Cippico participó activamente en diversas contiendas bélicas del pasado siglo. Militante del partido comunista, primero combatió en la Guerra Civil española, luego fue militar del ejército yugoslavo en la Segunda Guerra Mundial. Lo deportaron al campo de concentración de Dachau por partisano y, posteriormente, fue a parar al gulag de Goli Otok por disidente. Finalmente, en los años cincuenta, emigrará a Australia, donde un siglo atrás también terminó sus días el danés Jorgen Jorgensen. De la autobiografía de Cippico pasamos al relato de la tumultuosa vida de este oscuro e intrépido hombre de acción (Jorgensen pasará de autoproclamarse rey de Islandia a ser condenado a trabajos forzados en Australia).
Y así, los contornos de las historias de sus vidas se funden y confunden en un delirio de voces en el que resuenan asimismo las de otros malogrados revolucionarios e insumisos perdidos en los pliegues infinitos de la historia; el argonauta al final de cuyo infinito viajar y continuas aventuras sólo encuentra sangre, violencia y, finalmente, la muerte. En A ciegas, Magris recuenta los restos de un naufragio vital colectivo. Narración fragmentaria, sus múltiples e imbricados relatos basculan entre historia y mito, memoria e invención, certidumbre y conjetura.
Comentarios
Claudio Magris, catedrático de literatura germánica en la universidad de Trieste, es uno de esos escritores que honran la memoria de la mejor cultura europea. Sin ser un autor desconocido, no estamos hablando de un nombre demasiado habitual para el gran público. Todos sus libros, imprescindibles, están imbuidos de ese espíritu de sabiduría, pasión por el conocimiento y belleza formal que le han convertido en uno de los pocos intelectuales europeos digno de tal nombre. Su erudición y autonomía personal le sitúan muy encima de popes agasajados y autocomplacientes como George Steiner o pensadores de tres al cuarto como Peter Sloterdijk. Por el contrario, Magris es autor de obras mayores de la literatura europea, entre ellas Microcosmos y, especialmente, El Danubio, un bellísimo recorrido por la geografía física y cultural de una Europa que, todavía, se resiste a entregar las armas que la hicieron el único centro del mundo. Aquí construye un monólogo magistral que acompaña al lector a modo de guía por algunos de los peores momentos históricos del siglo pasado, convulso y febril como pocos. La obra, profunda y hermosa como es marca de la casa en este maestro del pensamiento, tiene un marcado acento memorístico, bastante más novelado y liviano que sus libros anteriores. A pesar del desacuerdo profundo que uno pueda tener con ciertos postulados del autor, hay que leer a Magris, una de las escasas (y mejores) cabezas pensantes de este lado del mundo.
Se trata de un relato quizás demasiado ambicioso, denso, complejo, difícil de asimilar en su técnica e intenciones, con un mensaje triste y desesperanzado sobre el presente y el futuro. Sin embargo, se mantienen las constantes literarias de Magris, un escritor inconformista y profundo, que emplea la literatura para reflexionar sobre cuestiones candentes de la cultura contemporánea. ( de Angel García Prieto)