Trese desea llevar a sus lectores a una piedad doctrinal. Para él, un ´católico práctico, que desea tomar en serio su vocación -amar a Dios por encima de todas las cosas, alcanzar la santidad- debe hacer de la lectura espiritual algo habitual, algo que forme parte de su plan de vida, una práctica diaria o, por lo menos, semanal´. Para que esa lectura sea eficaz, el autor desea llevar al lector al encuentro, una y otra vez, con las verdades básicas de nuestra religión que renuevan nuestras motivaciones, recargan nuestras baterías espirituales y nos conducen a un progreso espiritual: el fin de nuestra vida, la dicha del Cielo, la malicia del pecado, el horror al infierno, la realidad de nuestra muerte y del juicio, los sacramentos, especialmente el de la Reconciliación y el de la Eucaristía, la caridad con Cristo, el amor al prójimo, la muerte de un buen cristiano....