El bosque animado

Nueva edición de este texto clásico de la literatura española del siglo XX, sobre el que el propio autor dijo: El mejor de mis libros: el que yo reeleré. Se suele englobar El bosque animado en la literatura juvenil, pero me parece que, como muchas grandes obras, es un relato para todas las edades. No me cabe duda de que los adultos disfrutarán leyéndolo y sabrán captar muchos matices que probablemente no descubran los lectores jóvenes. Solo por la calidad de la prosa ya merece la pena, pero ese humor sutil, inteligente tan característico de toda la obra de Fernández Flórez, más el homenaje que rinde a su tierra gallega y sus tradiciones, lo hacen aún más sugerente. Excelente el prólogo de Andrés Amorós que deshace algunos tópicos y arbitrariedades sobre el libro y sobre su autor: Ediciones 98. Madrid (2021), 253 págs. Luis Ramoneda

La relectura de este libro después de bastantes años no me ha defraudado. Hay tres aspectos que quisiera reseñar. En primer lugar, me parece que literariamente es de una gran belleza y mezcla de modo magnífico el típico cuento donde los animales son protagonistas –en este caso también los árboles- con la vida de los hombres. Varios relatos que podrían ser totalmente distintos pero que les une el entorno bellísimo dela fraga. En segundo lugar, muy unido a lo anterior, llama la atención la capacidad de observación que permite al autor relatar la vida del bosque con una cantidad de detalles que abruma. Esto le da una gran riqueza. En tercer lugar, desde el punto de vista humano, del sentido de la vida de las personas protagonistas, he de decir que el capítulo final deja una idea muy pobre sobre el sentido de la muerte. Hay un momento de felicidad inmediatamente después del fallecimiento y luego el frio. Triste fin imagina para los hombres. Parece ser que tiene que ver con los planteamientos personales del autor. Es el único pero.

Publicada en 1943, cuando el autor estaba próximo a los sesenta años, “El bosque animado” constituye un homenaje a la fraga de San Salvador de Cecebre, lugar próximo a La Coruña, donde Fernández Flórez veraneó desde 1913 hasta los últimos años de su vida. En ese bosque animado, lleno de almas, de las ánimas de todos los seres vivos (hombres, vegetales y animales), se cruzan y se entrelazan pequeñas historias, en las que, a veces, da la sensación de que apenas pasa nada, pero que en su estructura profunda revelan la complejidad de las relaciones humanas. En definitiva, son fragmentos de vidas que dejan entrever los temas esenciales de nuestra existencia: el sufrimiento, la desesperanza, la soledad, la incomunicación. Como decía Chéjov, “lo más importante de un cuento es la historia que no se cuenta, la que está por debajo de lo que se dice”.
El relato destaca por sus magníficas descripciones y por su estilo, lleno de lirismo y toques de humor, que preludian el realismo mágico. La intervención de los personajes principales en varias de las Estancias le da cohesión al texto, al igual que la presencia continuada de la fraga que marca las coordenadas espaciales de la novela. Realmente, la fraga, con todos sus elementos, se alza como auténtica protagonista de la obra, que pretende mostrarnos el renacer continuo de la naturaleza, de los hombres, de la vida.

Me ha parecido un libro delicioso. Es sumamente entretenido, tierno, no lo veo pesimista como han dicho por aquí. Su riqueza literaria es increible. Lo voy a regalar a mis nietos gallegos, pero lo recomiendo a cualquiera que tenga sensibilidad y ame la belleza. Incluso lo recomendaría para "Libro del mes"

Me parece una preciosa colección de historias, cuentos, narraciones, que tratan de describir la vida del bosque, la fraga de Cecebre. Cada una de las 16 estancias, que así se denominan los relatos, tiene su propia personalidad y temática. Sin embargo, además de una misma localización, tienen en común que son, sencillamente, prodigiosas.

El libro presenta con visión poética estampas variadas del ambiente de un pequeño rincón rural de Galicia: loa habitantes de "la fraga". Hombres, mujeres, animales y árboles; sus sentimientos y sus afanes.
Me parece que están muy bien retratados el habla y el ser de la Galicia modesta, pero la postura del autor es, con frecuencia, amarga y pesimista. Esa amargura de fondo es compatible con muchos golpes de buen humor y con un tono de poesía delicioso.