Desde hace tres semanas, Thomas vive en una habitación sin ventanas, de un blanco resplandeciente y siempre iluminada. Sin reloj y sin contacto con nadie, más allá de las tres bandejas de comida que alguien le lleva a diario (aunque a horas distintas, como para desorientarle).
Al vigésimo sexto día, la puerta se abre y un hombre le conduce a una sala llena de viejos amigos.
—Muy bien, damas y caballeros. Estáis a punto de recuperar todos vuestros recuerdos. Hasta el último de ellos.
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Aunque tiene menos violencia
Aunque tiene menos violencia en general que los episodios anteriores, hay, sin embargo, escenas de extrema dureza, aunque predomina un clima mejor conseguido de suspense, que se incrementa por lo impredecible de los acontecimientos. Sin profundidad de sentimientos, el lector se involucra más en los peligros extremos y acciones de supervivencia de los protagonistas que en sus propias vidas.