A los dieciocho años la protagonista de esta novela corta queda huérfana, sola y sin recursos. Durante cierto tiempo se gana la vida de modo tan rentable como indigno hasta que al saberse embarazada, con sus pocos ahorros monta un modesto negocio que le permita acoger a su hijo sin avergonzarse. Cuando el pequeño llega al uso de razón, pregunta por su padre y la madre para salir del paso le señala la pared donde hay un retrato que no es sino un adorno anónimo. El niño se habitúa a hablar con este desconocido del cuadro y un día sale de casa, sin decírselo a nadie, decidido a encontrarlo.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2011 | Libros Libres |
94 |
978-84-92654-50 |
Buena edición, con tapas duras, papel de calidad... |
Comentarios
El "sabor de boca" que te queda es positivo: la capacidad de cualquiera para rectificar el rumbo de su propia vida; pero desconcierta, la trama -la aparición del padre del niño- es forzada y poco creíble.
He leído muchos libros de esta autora, algunos me han gustado mucho y, creo, en general no defrauda, pero este me ha parecido muy flojo. Es un cuento piadoso un tanto inverosímil. Y en la redacción se exageran los recursos un tanto barrocos describiendo estados psicológicos. Ya en “Goodbye, España” empezó a notarse un exceso de descripciones psicológicas un tanto alambicadas. En este libro, siendo tan breve, los excesos son más notorios. Y el tema, ni siquiera como cuento tiene suficiente entidad.
Elena ha de abandonar su pueblo al perder todo tras una catástrofe. Busca ayua en una amiga que la engaña y la lleva a la prostitución. Al quedar embarazada, decide cambiar de vida y sacar adelante a su hijo. Este se pregunta constantemente por su padre y trata de encontrarlo a partir de una historia que se inventa la madre. Historia bien contada con un trasfondo positivo, sobre la capadidad para cambiar de vida y sobre el papel de la providencia en la vida de los hombres.