Un joven aristócrata, Fabián Conde, llega a arrepentirse de su "escandalosa" vida de crápula por amor a Gabriela, su futura esposa, pero halla un obstáculo en las calumnias de la mujer de su mejor amigo, que se siente despechada. Fabián acude a un jesuita, el padre Manrique, a quien cuenta toda su vida. Finalmente, con la ayuda del religioso logra salvarse. En esta novela, el realismo se pone al servicio de una tesis sobre el mal y la salvación religiosa, todo ello impregnado de un romanticismo que a pesar de los nuevos cauces que se abrían para la novela, Alarcón se niega a bandonar.
Comentarios
Novela de tesis, propia de la época, en la que Alarcón se sitúa en las antípodas del Galdós de "Fortunata y Jacinta". El conservadurismo de Alarcón está disculpado por los turbulentos años en los que las posturas radicales sólo salvaron a ese otro gran escritor del XIX, Valera, diplomático a la sazón.
Pero en cuanto a lo literario, que es lo que nos interesa, nos encontramos ante su mejor novela (en los cuentos es donde el autor muestra mayor habilidad). Novela absorvente por su condición de folletín, su lectura proporciona un gran placer. Y lo que es más importante, esta novela nos demuestra que la apariencia no siempre coincide con el ser. En cualquier caso, esta novela, bien escrita, bien manejada y con personajes asombrosos y bien trazados, entretiene, divierte y, además, no es superficial.
En la historia de sus libros declara Pedro Antonio de Alarcón que esta obra era su predilecta, en lo cual estuvo de acuerdo el público de entonces que demostró por ella sus preferencias. Quizás no sea su mejor libro, aunque contenga escenas que sólo puede concebir y plasmar la imaginación de un verdadero maestro. Se trata de lo que entonces se llamaba "folletín" y en la actualidad "culebrón", que, a ratos parece también una "guía de pecadores", no en vano lo escribe en su época de viraje político muy reaccionario de la izquierda a la derecha, con la llegada de la Restauración de Alfonso XII al trono español en 1872.