La filtración de algunos secretos de escasa importancia es detectada por los servicios de seguridad internos del Foreign Office, aunque de momento nadie sospecha de Maurice Castle, funcionario de la sección que se ocupa de la "información" africana, casado con una negra. Pero, ¿es Castle realmente un traidor? A veces la traición es sólo otra lealtad. Y para un oficial de información, el "Servicio" no es más que una parte de la vida; otra parte de ella la constituye su vida privada, el peligroso factor humano.
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Novela sobre el mundo de la
Novela sobre el mundo de la información. No la información periodística, sino aquello que conocemos como espionaje. La acción transcurre en Londres, en el seno del MI 6 británico, servicio de información adscrito al Foreing Office. Sus personajes y el ambiente son creíbles, lo cual nos recuerda que Graham Greene había pertenecido a ese mundo. La novela fue publicada en 1978, cuando todavía no había caído el telón de acero y en Sudáfica se encontraba vigente el régimen racista del apartheid. Ambos países, la URSS y la República Sudafricana, tienen un lugar en el relato.
En las obras de Graham Greene destaca el elemento psicológico, y detrás del texto novelado creemos descubrir al mismo autor.
En primer lugar está la cuestión religiosa. Sabemos que Greene se convirtió al catolicismo durante su estancia en Oxford, pero que posteriormente se fue apartando de la fe religiosa. Este abandono no fue sin sufrimiento. Si el autor hubiera prescindido sin más de la fe, no citaría el problema religioso en sus obras haciendo profesión de descreimiento. Es lo que ocurre en "El factor humano" donde, por ejemplo, habla de Cristo como "la legendaria figura en la que había querido creer" (pág.176).
Greene muestra la soledad e incluso el peligro en el que se mueven los hombres y mujeres que se dedican a la información. Impresiona la figura de Arthur Davis. Soltero, sus aficiones son las apuestas y la bebida, de la cual abusa. De él dice Greene: "Abrigaba la esperanza de que avanzaría hacia la muerte con la misma sensación de que muy pronto le liberaría para siempre de la angustia" (pág.137). Y añade: "¿Por qué algunos de nosotros somos incapaces de enamorarnos del éxito, o del poder, o de la belleza? ¿Porque nos sentimos indignos de ellos y nos encontramos más a gusto en el fracaso?" (pág.176).
El protagonista, Maurice Castle, actúa por agradecimiento. En una situación difícil, en Sudáfrica, un militante comunista había salvado la vida a Sarah, la mujer que Maurice amaba y que hoy convive con él en Londres. Castle no es comunista, pero su devoción por aquel hombre es inmensa. La propia Sarah le advierte que no debe permitir que la gratitud le lleve demasiado lejos.
La señora Castle, madre de Maurice, coincide en el análisis sobre su hijo. "Siempre tuviste un exagerado sentido de la gratitud por la menor amabilidad. Es una especie de sentimiento de inseguridad, aunque no sé por qué tenías que sentirte inseguro... Una vez le regalaste a alguien de la escuela una hermosa estilográfica porque te había dado un buñuelo relleno de chocolate" (pág.131). La respuesta es sencilla aunque Greene no la formula de forma explícita. El niño que siente falta de amor a su alrededor agradece cualquier detalle que se tiene con él. La señora Castle -que "estaba convencida que toda emoción abiertamente expresada tenía que ser falsa"- debería mirarse a si misma para responder a la pregunta.
En resumen, nos encontramos ante una novela triste, pero que mantiene el interés del lector hasta el final. Una lectura adecuada para la época veraniega.
Maurice Castle, del servicio de espionaje, sección que se ocupa de África, está a punto de jubilarse. Lleva una vida modesta. Casado con una africana de color negro y con un hijo también negro, vive en una casa a las afueras de Londres. Prestó sus servicios en Sudáfrica durante el periodo anterior a la independencia de ese país. Allí conoció a la que hoy es su mujer, también implicada en trabajos de espionaje. Se enamoró de ella y consiguió sacarla del país con vida. Más tarde se casó con ella y adoptó a su hijo.
Su madre parece haber aceptado a Sarah y al niño. Aunque muestra una actitud poco afectuosa con su nieto adoptivo.
Comparte su trabajo con Arthur Davies, soltero solitario que busca la diversión en la carreras de caballos y el oporto.
Los controles del departamento detectan que ha habido filtraciones de ciertas informaciones sobre el espionaje en el continente africano. Y comienzan las investigaciones internas. Parece que todo apunta a Davies quien, de repente, muere de cirrosis, según la autopsia encargada por el propio departamento. Tras la muerte de Davies se constatan nuevas filtraciones lo que deja al descubierto a Maurice Castle.
Maurice y Sarah fingen una crisis matrimonial y posterior separación. Sarah se traslada al domicilio de la madre de Maurice con su hijo. Y Maurice recibe la ayuda de los soviéticos comunistas a quienes ha estado filtrando información. Y así llega a Moscú.
La novela fue llevada al cine por Otto Preminger en 1979.
Graham Greene consigue mantener la atención del lector durante las 412 páginas. Pero sobre todo, consigue materializar, hacer palpable para el lector la realidad humana, el factor humano que se esconde detrás del espía. No es una trama de espionaje perfectamente planteada y desarrollada, que también lo es. Es un drama personal con todas las implicaciones personales (creencias políticas, sentimientos religiosos, actitudes frente a la realidad, etc.), y también las implicaciones familiares y sociales que pueden conducir al compañero, al amigo, al otro sea quien sea, incluso a la muerte.
Graham Greene también abre al lector la perspectiva que normalmente no se puede percibir desde la vida común de la mayor parte de seres humanos. Creemos servir, y hacerlo heroicamente, a nuestros ideales. Y los que poseen el poder manejan los hilos convenientemente, de tal suerte, que lo que hacemos en servicio del bien pudiera muy bien ser utilizado para otros fines.
Muy bien escrito. Sobran algunas intimidades matrimoniales. Aunque aborda el tema de la lealtad, del matrimomio y de la fe en Dios, no llega a ninguna conclusión. Mantiene constantemente la intriga, pero es una pena que no haya aprovechado para profundizar más unos temas tan interesantes.