El fuego del cielo

Año 173 d.C. El Imperio romano, regido por el emperador Marco Aurelio, se enfrenta con desafíos de una relevancia desconocida hasta entonces. Mientras, por un lado, intenta asegurar las fronteras frente a las acometidas de los bárbaros; por otro, procura establecer el orden en una capital llena de oportunidades y peligros, con una inmigración creciente y un deseo insaciable de disfrute. Cornelio, un muchacho provinciano que espera un destino en el campo de batalla; Valerio, un centurión veterano de la guerra de Partia; Rode, una esclava dedicada por su amo a la prostitución, y Arnufis, un mago egipcio que ansía triunfar, confluirán en Roma, donde sus destinos se irán entrelazando hasta culminar en un campamento militar situado a orillas del Danubio.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2006 Martínez Roca
370
978-84-270-3278-1
Valoración CDL
2
Valoración Socios
1.857144
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Comentarios

Imagen de AOM

No es de las mejores obras de Vidal. Desperdicia la mitad del libro con escenas fuera de lugar. ¡Hasta el paganismo puede dibujarse elegantemente!. Pensaba que la literatura es arte. Esto no es ni siquiera un folletín.

Imagen de acabrero

Al parecer el fuego fue real, pero de esto no contaré más para no estropear la lectura a los interesados. El acontecimiento histórico en el que se basa la novela es ciertamente interesante. Lo triste es que el autor haya desperdiciado semejante ocasión para hacer una buena novela. Me parece mala en todos los demás aspectos que no son los que le venían dados. La narración, los personajes, me parecen similares a las historias que cuenta el autor al empezar sus programas en la Linterna. O sea una improvisación en torno a una anécdota histórica. Quizá lo único interesante es el contraste tan fuerte que se aprecia entre el ambiente de una civilización que se derrumba –la romana- y el incipiente modo de vida cristiano. A base de cargar la mano en la deshumanización del imperio consigue resaltar el amor y la alegría de los seguidores de Cristo, sin que le falte su toquecito de doctrina protestante –está en su derecho- aunque para detectarlo haya que estar atento.