Se trata de una aventura situada en el Museo del Prado donde Javier, el joven estudiante de periodismo en los años noventa, se encuentra con Luis Fovel un experto maduro en las obras que atesora esta pinacoteca
El autor maneja con soltura una trama sencilla que el lector puede seguir sin mucho esfuerzo, incluso en una estación. Se trata de una aventura situada en el Museo del Prado donde Javier, el joven estudiante de periodismo en los años noventa, se encuentra con Luis Fovel un experto maduro en las obras que atesora esta pinacoteca y otros museos del mundo. Como explicación le dice que el maestro aparece cuando el alumno está preparado: él ha sido elegido para recibir informaciones importantes. Y le enseña a ver, mirar, investigar y avanzar más allá de las imágenes. Naturalmente surgirán obstáculos en la investigación pues las obras elegidas guardan algunos secretos del arcano, sobre la vida de los artistas y de los reyes, así de cómo de sociedades secretas e incluso heréticas perseguidas por la Inquisición. No falta la amiga del estudiante que entra y sale en escena de puntillas, por necesidades del guión. Los artistas elegidos son Rafaelo, El Bosco, Brueghel, el Greco, Tiziano, etc. Y personales como Felipe II, Juan Herrera, Arias Montano, Raimon Lulio, y algunos papas.
Con esta novela el público medio puede subir algún escalón cultural al conocer detalles de la vida y obras de artistas señalados, mientras se entretiene con la trama del maestro. Por tanto algo positivo aporta la novela, y sin embargo no resulta tan edificante por la atmósfera esotérica y hermética en la que todos los gatos son pardos: la doctrina católica, las religiones, los teólogos, los papas, los artistas, etc. Todo parece relativo al objetivo primario perseguido por los personajes: se trata de la fórmula mágica para traspasar el umbral al otro mundo y alcanzar la inmortalidad.
Finalmente, como Sierra ha elegido algo más de una docena de cuadros y en el Prado hay miles, puede seguir publicando tantas novelas como quiera, y más cuando al final la trama queda abierta a cualquier posibilidad.
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El autor maneja con soltura una trama sencilla que el lector puede seguir sin mucho esfuerzo, incluso en una estación. Se trata de una aventura situada en el Museo del Prado donde Javier, el joven estudiante de periodismo en los años noventa, se encuentra con Luis Fovel un experto maduro en las obras que atesora esta pinacoteca y otros museos del mundo. Como explicación le dice que el maestro aparece cuando el alumno está preparado: él ha sido elegido para recibir informaciones importantes. Y le enseña a ver, mirar, investigar y avanzar más allá de las imágenes. Naturalmente surgirán obstáculos en la investigación pues las obras elegidas guardan algunos secretos del arcano, sobre la vida de los artistas y de los reyes, así de cómo de sociedades secretas e incluso heréticas perseguidas por la Inquisición. No falta la amiga del estudiante que entra y sale en escena de puntillas, por necesidades del guión. Los artistas elegidos son Rafaelo, El Bosco, Brueghel, el Greco, Tiziano, etc. Y personales como Felipe II, Juan Herrera, Arias Montano, Raimon Lulio, y algunos papas.
Con esta novela el público medio puede subir algún escalón cultural al conocer detalles de la vida y obras de artistas señalados, mientras se entretiene con la trama del maestro. Por tanto algo positivo aporta la novela, y sin embargo no resulta tan edificante por la atmósfera esotérica y hermética en la que todos los gatos son pardos: la doctrina católica, las religiones, los teólogos, los papas, los artistas, etc. Todo parece relativo al objetivo primario perseguido por los personajes: se trata de la fórmula mágica para traspasar el umbral al otro mundo y alcanzar la inmortalidad.
Finalmente, como Sierra ha elegido algo más de una docena de cuadros y en el Prado hay miles, puede seguir publicando tantas novelas como quiera, y más cuando al final la trama queda abierta a cualquier posibilidad.