Barcelona vive días de gran agitación social. La oscura miseria de los más desfavorecidos contrasta con la elegante opulencia de las grandes avenidas, donde ya destacan algunos edificios singulares, símbolo de la llegada del Modernismo. Dalmau Sala, hijo de un anarquista ajusticiado, es un joven pintor que vive atrapado entre dos mundos.
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Esta novela se suma a la
Esta novela se suma a la corriente actual que podríamos denominar como sociohistórica. Describe con precisión la sociología de Barcelona en el primer tercio del siglo XX, resaltando el contraste entre la clase humilde y la burguesía dominante: los empresarios, las autoridades, y la Iglesia. En ambos grupos hay gentes con buen corazón o gentes malas y retorcidas, conductas encomiables y otras inmorales.
La historia de amor entre Dalmau Sala -el pintor de almas proletarias- y Emma, ambos de clase humilde, recorre la trama personal de la novela, enlazada con el paisaje barcelonés, las costumbres, y también las tensiones sociales entre trabajadores y anarquistas, de un lado, y la clase adinerada que apenas se ocupa de que mejoren las condiciones laborales. La ciudad se embellece con el arte modernista de pintores como Casas, Rusiñol, o Picasso, y la arquitectura que quiere ser un arte total impulsada por Doménch, Puig i Clafalch, o Gaudí. Falcones muestra otra vez su maestría para enlazar una trama humana en un ambiente, buen conocedor de los lugares y de la sociedad de entonces, también en los detalles acerca del arte, las comidas, o la agitación callejera anarquista. Por eso, los barceloneses o conocedores de esta gran ciudad pueden recordar y disfrutar de los paseos y paisajes en esta novela.
Falcones sigue cierta moda actual de describir con detalle relaciones sexuales, introduciendo casi desde el principio escenas innecesarias, que solamente algunos aceptarían «por exigencias del guion». Pero al escritor no le haría falta entrar en eso para tener más éxito en ventas. A todo ello se suma una visión tópica y antipática de los burgueses católicos poco coherentes, cuando no hipócritas, y de la misma Iglesia católica, y en cambio idealizada de los trabajadores que luchan por recuperar su dignidad. Hay héroes y heroínas pero casi siempre solo están en uno de esos dos grupos simplificados.
La Iglesia, en conjunto, no sale bien parada, e incluso las expresiones anticlericales e insultos a Dios pueden ofender los sentimientos religiosos de muchos. En esto la novela se suma a la atmósfera anticlerical, presente en parte de la literatura española actual. Esto, junto con las escenas, quizá se pudiera disculpar por intentar reflejar los sentimientos, costumbres y lenguaje de algunas gentes. Sin embargo, la literatura y en realidad todo arte puede presentar sin detallismos conductas poco rectas, y mantener un equilibrio entre los grupos de personajes. Aun reconociendo su valor literario y su fuerza dramática, no parece ser tan recomendable para la mayoría de las personas.