El tesoro de los cátaros

Destinada a un público juvenil (a partir de 12 años), confluyen en esta obra "El tesoro de los cátaros" elementos muy típicos y propios de la literatura actual, como ya se indica en el mismo título: la búsqueda de un tesoro, la evocación del pasado medieval, el misterio de un castillo en ruinas, el hallazgo de un gabinete oculto y de pasadizos secretos. Todo ello, unido a los juegos temporales a través del mundo de los sueños, confieren a la narración una notable intriga, que mantiene el interés del lector.

Sin embargo, la trama se fundamenta en unos hechos históricos que aparecen tergiversados en la novela dando una visión sesgada y partidista de la auténtica realidad. Los cátaros efectivamente desarrollaron sus doctrinas a partir del siglo X y alcanzaron su máxima difusión en el siglo XIII, momento al que hace referencia la narración (se cita concretamente el año 1260). Considerados como herejes dentro de la Iglesia Católica, en la obra aparecen como mártires y víctimas, amenazados y perseguidos por los caballeros cruzados que sólo pretenden apoderarse de sus tierras y posesiones movidos por la codicia y el deseo de enriquecerse.

Así pues, el planteamiento de base es muy simplista: los cátaros son hombres y mujeres que no han hecho mal alguno, no son infieles, “respetan más que nuestros propios sacerdotes las leyes de Dios” (p.29). Tal y como parece indicar la etimología de la palabra, se muestran aquí como hombres buenos, buenísimos, ‘puros o perfectos’. En definitiva, una defensa a ultranza del catarismo, mientras que, al otro lado, queda el Vizconde y los caballeros cruzados, incluso el propio rey de Francia, que arremeten contra los cátaros por temor a perder su poder.

Lectura poco recomendable, porque la esencia de la trama no se ajusta ni a la verdad histórica, ni a las verdades de fe, y puede provocar en los jóvenes ideas confusas y juicios equivocados.