Hábil observador, con inclinaciones poéticas y gran sentido del humor, el autor refleja en esta crónica, de alto interés literario e histórico-social, el puzzle étnico y cultural de los países caucásicos, causa de problemas aún vigentes.
Alexandr Pushkin narra su experiencia acompañando al ejército ruso durante la campaña por el Cáucaso, Georgia y Armenia, hasta la ciudad de Arzum (Erzurum). El motivo de este viaje, según relata el propio autor, no es el de buscar la inspiración para escribir, en el paisaje, o en las batallas de la campaña, sino volver a ver a los viejos amigos. Aunque está escrito en prosa, el Viaje de Arzum es una oda al paisaje, a los pueblos, a las costumbres y a sus habitantes.
A base de pinceladas, Pushkin reconstruye un escenario y un ambiente lleno de contrastes, que le causa a veces placer y otras desazón o desagrado, que ora le atrae ora le repele: los desfiladeros del Cáucaso, con sus peñascos desnudos, la agrietada Georgia, con sus verdes montañas y árboles frutales, Armenia, con sus frescas llanuras... Todos ellos paisajes desconocidos para el lector, de los que Pushkin sabe recoger su espíritu, su esencia, y hacerlos más cercanos. Recorre las ciudades de Vladikavkaz, Tiflis, Pernike, Kars,... De todas recoge el autor una impresión, algo significativo que quiere mostrar, que se lleva consigo: su gente, sus costumbres, su gastronomía. Recoge impresiones visuales, pero también sabores
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Alexandr Pushkin narra su experiencia acompañando al ejército ruso durante la campaña por el Cáucaso, Georgia y Armenia, hasta la ciudad de Arzum (Erzurum). El motivo de este viaje, según relata el propio autor, no es el de buscar la inspiración para escribir, en el paisaje, o en las batallas de la campaña, sino volver a ver a los viejos amigos. Aunque está escrito en prosa, el Viaje de Arzum es una oda al paisaje, a los pueblos, a las costumbres y a sus habitantes.
A base de pinceladas, Pushkin reconstruye un escenario y un ambiente lleno de contrastes, que le causa a veces placer y otras desazón o desagrado, que ora le atrae ora le repele: los desfiladeros del Cáucaso, con sus peñascos desnudos, la agrietada Georgia, con sus verdes montañas y árboles frutales, Armenia, con sus frescas llanuras... Todos ellos paisajes desconocidos para el lector, de los que Pushkin sabe recoger su espíritu, su esencia, y hacerlos más cercanos. Recorre las ciudades de Vladikavkaz, Tiflis, Pernike, Kars,... De todas recoge el autor una impresión, algo significativo que quiere mostrar, que se lleva consigo: su gente, sus costumbres, su gastronomía. Recoge impresiones visuales, pero también sabores