El autor penetra en la historia del pensamiento, en forma de cuento, dirigido a jóvenes, intentando hacerla atractiva.
Al oír hablar de filosofía, muchas personas se sobresaltan y algunas se echan a temblar:¿filosofía?, ¿qué es eso? ¡Seguro que no es para mí! Se equivocan, porque las preguntas básicas de la filosofía nos las hemos hecho todos alguna vez: tratan de la muerte, de la verdad, de la justicia, de la naturaleza, del tiempo… Hacer filosofía no es sino reflexionar sobre nuestra humanidad. A quien no le asuste ser humano no puede asustarle la filosofía. Pero… ¿quiénes han sido los grandes filósofos? Personas como nosotros, inquietas a lo largo de los siglos por las mismas cosas que ahora nos inquietan. Su historia es un relato de aventuras racionales, de genio y de ingenio, en la que no faltan persecuciones, calabozos, martirios y también descubrimientos sorprendentes.
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"Historia de la Filosofía sin temor ni temblor" tiene una cuidada edición, bien ilustrado a todo color y con dibujos atractivos, en papel couché de calidad, letra de buen tamaño, muy bien encuadernado.
Dirigida a gente joven, va alternando las historias, con diálogos entre Nemo y Alba, dos estudiantes adolescentes. La lectura se hace fácil aparentemente.
Sin embargo, el contenido de los capítulos es muy desigual. El índice inicial: corto y de poco calado (al final tiene otro onomástico). El autor penetra en la historia del pensamiento de forma superficial; o, a veces, intencionadamente profunda en algunas ideas. El lenguaje es directo. Parece que se ha propuesto acabar con lo que él considera "prejuicios filosóficos" de la historia. Acaba afirmando, como remate del libro, que la filosofía no es cuestión de abstracción sino de físico, porque somos mortales.
Desde el principio hace afirmaciones rompedoras de tipo dialéctico que son confusas y más para quienes se aproximan por primera vez a esta materia.
Es una pena el tono de ironía o cinismo hacia, por ejemplo, los "creyentes", a los que maltrata, hablando de ellos siempre con un doble sentido, como personas crédulas y que aceptan las cosas docilmente sin argumentarlas o pensarlas, a los que no hay que creer y de los que no debemos fiarnos. A estas personas no hay que hacerlas caso. Las ridiculiza. En el libro abundan afirmaciones de este tipo. Se nota que el autor quiere ir al hilo de lo que está en la calle, respondiendo como él cree que la gente piensa, dándole al público lector lo que espera oir; pero sin responder realmente a los problemas que plantea la filosofía.
Desde mi punto de vista, manifiesta una serie de prejuicios personales en sus criterios propios que están fuera de un punto de vista objetivo. Critica lo trascendente (por ejemplo el comentario que hace sobre las pruebas de la existencia de Dios en santo Tomás afirmando que en el caso de que sirvieran (...) lo harían para cualquier dios. O cuando compara el imperio romano con el imperio de la Iglesia, utilizando la frase "Hágase la luz", como la luz de la Razón por supuesto... Representa un juego dialéctico de palabras que dejan huella en el lector, pero no dan una visión real y objetiva del pensamiento de los autores y, tampoco a mi juicio invita al que lee a que se plantee cuestiones profundas, u otra manera de ver el mundo diferente al autor.
Es un libro ameno, sugestivo, pero parcial. Por eso no convence.