Las vidas de Dámaso Méndez y Tomás Montejo corren paralelas, en un principio sin otro parentesco que un fluir subterráneo de temas compartidos. La vida de Dámaso es la historia de un odio cuyo origen se remonta a la adolescencia, cuando un joven de su edad le arrebató su lugar en el edén familiar y provocó el enfrentamiento y la violenta ruptura con su padre, un hombre deseoso de redimir su fracaso vital a través de los éxitos perdurables del hijo. Desde entonces, Dámaso consagra su existencia a servir a esas dos pasiones excluyentes que son el odio y el afán de venganza. Por su parte, Tomás, profesor y escritor, joven solitario dedicado a la pasión de los libros, conoce un día el amor, y con él, el desorden, que trastocará su vida. Entre la comicidad y el dramatismo, ambos personajes crean con el barro de esas pasiones sus dioses, sus demonios, sus mundos de papel, y así van construyendo ese yo imaginario que es el que con más verdad y hondura nos define. Hasta que, a través de muy diversas peripecias, Dámaso y Tomás se cruzan y se unen para urdir un desenlace compartido.
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Se trata, en fin, de la vida de un muchacho rural cuyo padre frustrado, pedagógico y obsesivo le infiltra el anhelo de ser el mejor, el deseo de hallar aquellas virtudes que le hagan irrepetible: “la vida es sólo un soplo y un sueño”, le dice con grave elocuencia, “los años te atropellan, las edades vuelan, los imperios se desmoronan, cuando quieres darte cuenta hoy es ya mañana y mañana fue ayer. Te echas a dormir un rato, y al despertar descubres que se ha hecho ya tan tarde que no queda tiempo para nada, sólo para llorar la juventud perdida y hecha ya desperdicios. Así que si quieres llegar a algo, tienes que darte mucha prisa”.
El tono de la prosa es enérgico y a veces declamatorio, bien adaptado a la elocuencia del padre instructor e imaginativo o a la furia bien real que consume a Dámaso, con descripciones ásperas de dolor y decepción. Hasta la llegada de Bernardo, la vida del niño fue feliz (o eso creyó), pero a partir de entonces el aborrecimiento y la venganza serán lo único que dé sentido a su existencia.