Discurso social y ético del autor en el que anima a los jóvenes a no resignarse ante el mal que se presenta como inevitable, pero no lo es. Hessel les invita a indignarse, y señala que la peor actitud ante el mal es la indiferencia. El autor pone como ejemplo la indignación que sintieron los franceses por la rendición de su gobierno ante Hitler, y que dio lugar a la Resistencia. Hoy –continúa- la violación de los derechos humanos debería ser un motivo permanente de indignación. El autor recomienda a cada uno "que tengáis vuestro motivo de indignación" y a partir de ahí actuad colectivamente. La indignación no ha de ser violenta, a fin de no perpetuar por ese medio las injusticias. El autor hace una defensa de los palestinos de la franja de Gaza, que califica como "un campo de concentración con un millón y medio de prisioneros".
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2011 | Destino, S.A. |
60 |
978-84-233-4471-0 |
Prólogo de José Luis Sampedro. |
Comentarios
Flojo, flojo... Esperaba una muestra de pensamiento fuerte y me encuentro un panfleto con algunas afirmaciones de sentido común (bien) y unos cuantos tópicos manidos (mal).
Resulta inevitable estar de acuerdo con Stéphane Hessel cuando critica una sociedad acomodaticia y desorientada; sin ideales; fácilmente manipulable y que se mueve exclusivamente por motivos económicos o lúdicos. No obstante el autor omite un dato, y es que la indignación implica un juicio moral previo. Personalmente me indignan el aborto y la manipulación de los valores morales; en el aspecto económico el desahucio de las familias que se han quedado sin trabajo y no pueden pagar sus hipotecas; en el ámbito político la incompetencia y la falta de sinceridad, así como el actuar en base a intereses parciales, sectarios y a corto plazo en vez de buscar el interés general. En la actualidad, ante la multiplicación exponencial de los derechos individuales, nadie piensa en el bien común. Hessel recuerda que en el programa de la Resistencia francesa para cuando acabase la guerra mundial estaban las nacionalizaciones y una prensa independiente, todo lo cual echa hoy en falta. A ello hay que decir que uno de los hechos que más molesta a la población es la ligereza en la administración de los caudales públicos y la corrupción económica. Pensar que la nacionalización de la Banca sea una garantía para la recta administración de la riqueza de un país es cerrar los ojos a la realidad. Por lo que se refiere a la frase "los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres", no puede lanzarse como un arma arrojadiza sin profundizar en las causas y en sus soluciones. Es cierto que hay que repensar las bases económicas de nuestra sociedad, pero no existen remedios fáciles. Hay que empezar comprometiéndose con la verdad y tener cuidado con la indignación artificial o inducida. Leemos en el Nuevo Testamento que los judíos, "persuadidos por sus jefes" (Mt. 27,20), pidieron a Pilatos la muerte de Jesús. Pilatos "sabía que se lo habían entregado por envidia" (Mt. 17.18), pero ellos parecían sinceramente indignados. Gritaban: "Quita, quita ¡crucifícale!" (Jn. 19,15). "¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!" (Mt. 27,25). Finalmente Pilatos, "para que no creciera el tumulto", se lavó las manos ante ellos y se lo entregó para que le crucificaran (Mt. 17, 24-26). También la indignación puede ser manipulada y es peligroso no saber a qué causas obedece y quién está detrás de ella.