Semblanza del primer fiel del Opus Dei de Ecuador. Ilustre jurista fallecido en 2006 tras haber sido arzobispo de Guayaquil y haber dedicado su vida a servir a la sociedad civil y a la Iglesia.
Un rayo de luz sobre un fondo gris, con estas palabras le explicaba Mons. Larrea al autor de este libro, el cambio que experimentó su vida cuando conoció a San Josemaría Escrivá.
Nada o casi nada de lo que pueda relatar se sale de lo cotidiano, lo de siempre y en todas partes. Lo que he vivido -y ya son 77 años- se ha desenvuelto en la normalidad; pero un foco de luz poderosa proyectó el Señor en mi alma, como en la de millones de personas, con el bautismo. Allí recibí la condición gloriosa de hijo de Dios, la libertad con que Cristo me liberó (...): quedé comprometido con el compromiso de la fe y del amor, propios de un bautizado.
Todo esto no se dio desde el primer momento, ni de modo inmediato: La conciencia plena de esta realidad transformadora del bautismo no la tuve siempre: se fue insinuando poco a poco y llegó como el rayo de luz sobre el fondo gris de una existencia anodina, desde que conocí a un santo, cuya misión consistió precisamente en enseñar y mover a muchos, ¡a todos!, a conocer la grandeza de la vida ordinaria, el cambio profundo de lo vulgar y corriente en algo realmente grande, por la fuerza de la gracia, por la vivencia de la fe y del amor. Tuve la dicha de conocer y seguir de cerca al Fundador del Opus Dei en 1949 y he vivido la experiencia de participar en su beatificación en 1992 y en su canonización en 2002.
Juan Larrea es el primer fiel del Opus Dei de nacionalidad ecuatoriana y el primero que inicia la labor apostólica en su país.
Comentarios
Don Juan Larrea Holguín (1927-2006) fue el primer socio ecuatoriano del Opus Dei y Obispo de la Iglesia de Dios en ese país. Explica Antonio Vázquez, autor del libro, que don Juan había dejado escritos algunos recuerdos autobiográficos y que él los utilizó para elaborar un perfil, una aproximación histórica al personaje. Uno de esos recuerdos abre el libro. Larrea podía tener entonces unos diecisiete años y cuenta: "Una noche de intenso aguacero regresaba empapado por esas calles y procuré hacer un poco de oración mental mientras me seguía penetrando el agua. Pedía con intensidad al Señor hacer lo que realmente le complaciera a él. No se me ha borrado el recuerdo de esa natural experiencia espiritual, que también influyó en mi determinación de pedir la admisión en la Obra años después". Juan estudiaba la carrera de Derecho en la Universidad Católica de Quito y según nos cuenta él mismo quería ser un buen jurista, estaba enamorado y añade: "Continuaba con mi mediocre vida de piedad". Pero Dios le esperaba sólo un año más tarde y a miles de kilómetros de distancia. Su padre, don Carlos Manuel Larrea Ribadeneira, era diplomático y en 1948 fue nombrado Embajador ante la Santa Sede con residencia en Roma. Allí Juan conoció el Opus Dei y en 1949 pidió la admisión en la Obra. Sencillez y trabajo serán los rasgos que caractericen su vida a partir de ese momento. Recuerda como era el trato de los primeros socios con el fundador, como el Padre les influyó y de qué manera se siguieron queriendo después en la distancia. En 1952 Juan vuelve al Ecuador con una misión: hacer el Opus Dei. Los diez primeros años trabaja intensamente como jurista en un gabinete de abogados y como profesor de la Universidad Católica. Después es ordenado sacerdote, luego Obispo auxiliar, coadjutor, residencial e incluso Vicario General Castrense. Los diez últimos años de su vida -cuando Vázquez le conoció- Monseñor Larrea luchaba contra un cáncer que había ido minando su resistencia. Falleció en 2006, con setenta y siete años de edad, ya jubilado de la que había sido su última Archidiócesis: Guayaquil, donde quiso ser enterrado.
Con un estilo ameno y suelto, Antonio Vázquez delinea el perfil humano y espiritual de Mons. Juan Larrea Arzobispo de Guayaquil fallecido con fama de santidad en 2006. Al hilo de las virtudes de Juan Larrea va delineándose la historia del Opus Dei en Ecuador. Un libro que vale la pena leer detenidamente.