Un año antes de su muerte, Franz Kafka vivió una experiencia insólita. Paseando por el parque Steglitz, en Berlín, encontró a una niña llorando desconsolada: había perdido su muñeca. Para calmar a la pequeña, el autor de La metamorfosis se inventó una peculiar historia: la muñeca no se había perdido, se había ido de viaje, y él, convertido en cartero de muñecas, tenía una carta que le llevaría al día siguiente al parque. Aquella noche Franz escribió la primera de las muchas cartas que, durante tres semanas, entregó a la niña puntualmente, narrando las peripecias de la extraordinaria muñeca desde todos los rincones del mundo. Según cuenta Dora Dymant, su compañera en aquellos días, el estado febril con el que Kafka escribía esas cartas era comparable al de cualquiera de sus inmortales obras. Éste es el relato de aquella experiencia, en la que Franz Kafka fue un mago de la palabra para una niña desconocida de la que jamás volvió a saberse nada, como tampoco de aquellas cartas que constituyen uno de los misterios más hermosos de la narrativa del siglo XX.
Comentarios
Esta obra está basada en un pasaje real de una obra de Kafka. El autor trata de imaginar el contenido de las cartas de Kafka a una pequeña que ha perdido su muñeca.
Creo que Jordi Serraes uno de los grandes autores actuales de literatura Infantil y juvenil e incluso de adultos con una gran trayectoria literaria plamada en el gran número de premios recibidos.
esta obra esté muy lejos de la brillantez literaria de otras muchas; de entre ellas recuerdo el entusiasmo e interés que suscitó en mí "La trilogía de la Tierra" tres libros publicados entre los 80 y los 90.
Esta obra objeto del premio de literatura Infantil y Juvenil dista mucho de muchas obras del autor. Me resulta una obra fría y digo esto porque la personalidad de la niña, su psicología está pobremente reflejada; faltan matices en las conversaciones; da la impresión de que kafka es incapaz de trascender las palabras de la niña. Por otro lado, la personalidad de Kafka queda muy pobremente reducida a un enfermo. Creo que el libro podría ser un pretexto para dar a conocer al mundo juvenil la personalidad de este gran autor. No trasciende sus emociones, apenas unas pocas palabras con su compañera nos dan a conocer su estado de ánimo.
Creo que esta obra escrita por un autor poco conocido no hubiera sido objeto de este premio.
En absoluto es una obra para jóvenes; a ellos les aburre y a los adultos se nos queda corta.
Una de las primeras cosas que me pregunté cuando empecé a leer la historia de esta niña, desconsolada en el parque de Berlín, fue dónde estaba su padre. Quien aparece en escena para consolar a esta niña es, sorprendentemente, el escritor Kafka, precisamente alguien tan alejado de cualquier representación de la paternidad, él, que escribió su Carta al padre, documento feroz y desgarrado donde los haya, que mina los cimientos de la relación padre-hijo. Desde su encuentro con la niña, Kafka mantiene con ella, aún en su ficción de cartero, una relación personal. A lo largo de esta relación, mediada por las cartas de la muñeca, Kafka va a encarnar los valores que conforman la identidad insustituible de un padre. Por culpa de esas cartas, el padre-cartero pasará las noches en vela, atentando contra su propia salud deteriorada. Kafka enfermo, sacrifica sus propios intereses, aparca su obra, hasta no resolver, y aún no sabe cómo, el tema de las cartas, la muñeca y la niña. Sólo tiene una preocupación: su cita de la mañana siguiente, en el parque, para entregar esa perla de felicidad a la niña, anhelante de las noticias recientes de su querida muñeca. Las cartas se convertirán, a modo de aquellas de Schiller, en vehículo de la educación afectiva y moral de la niña. Padre-cartero-educador, que con sus cartas, transmite a esa niña, más serena y atenta, los valores que la convertirán en un futuro, adivinamos quizá, en una mujer adulta, madura y de gran corazón. Estas cartas, por tanto, escenifican una verdadera educación sentimental. Estoy con D. Ángel: quién las pillara. El libro me parece muy recomendable para lectores avezados a partir de 10 años (la editorial indica a partir de 8, pero me parece un error), y me parece ideal para adolescentes a partir de 14. Puede ser un instrumento estupendo para la educación afectivo-sexual de adolescentes.
No cabe duda de que es una tierna y emotiva historia. Aunque he leido algo de Kafka no tenía una imagen formada de su personalidad. Pero desde luego no podía imaginar a un hombre tierno que se desarma ante una niña que llora. Todo el resto es el colmo de una imaginación prodigiosa y rápida. Crearse la obligación de escribir para el día siguiente, inventando todo, es más que el trabajo del reportero del periódico. Lo único que se echa en falta es poder disponer de las cartas mismas que escribió el gran escritor, y no porque el autor de este cuento, Jordi Sierra, no lo haga bien, si no porque el original es el original. Todo el libro es de una gran belleza estética y más que un simple cuento, porque tiene bastante de realidad.