La Ciudad de Dios es la única obra entre los escritos de los Santos Padres que los historiadores seculares nunca han dejado de la mano enteramente y que a lo largo del siglo XIX fue considerada como el fundamento justificativo del derecho de San Agustín a ser llamado el fundador de la filosofía de la historia.
A San Agustín se debe sobre todo el ideal, característicamente occidental, de la Iglesia como fuerza dinámica social, en contraste con la concepción metafísica del cristianismo bizantino. Pero ello no significó necesariamente que la influencia de San Agustín tienda a debilitar la autoridad moral del Estado o a privar a la vida social ordinaria de su significado espiritual... Los ideales occidentales de libertad, progreso y justicia social deben su existencia, más de lo que creemos, a la poderosa mente del gran Africano.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2006 | Homolegens |
1149 |
978-84-220-1405-8 |
Comentarios
La filosofía de la historia de San Agustín fue una obra de la sabiduria, a la vez de la teología y filosofía(...). En el espíritu de San Agustín las dos sabidurías, filosófica y teológica, actúan simultáneamente. En la Ciudad de Dios se esfuerza por desgajar la significación inteligible y, por decirlo así, transhistórica de la historia, la significación inteligible de los sucesos o del desarrollo de los acontecimientos en el tiempo. Este es precisamente el objeto general de la filosofía de la historia.
Jacques Maritain
Nos alegra esta nueva edición de un gran libro cuya influencia a lo largo de los siglos ha sido notoria y de relectura urgente para entender lo que estamos viviendo.
Empieza la obra señalando Agustín que si Roma se hundió no fue por el cristianismo, y casi ni siquiera por los bárbaros, sino por sus vicios. Fue la pérdida de las antiguas virtudes las que actuaron a modo de gangrena que corroyó la civilización dejando el campo abierto para los invasores. Gente de menos cultura, pero pertrechados y lejos del gran poderío militar romano acabaron en un dos por tres con la orgullosa Roma. Desde entonces sabemos, que la degradación moral anuncia la ruina de un pueblo.
Pero si La Ciudad de Dios se ha hecho famosa ha sido principalmente porque inaugura la Teología de la Historia. Esta rama del pensamiento indaga sobre el sentido de los acontecimientos. San Agustín muestra que la historia sólo se entiende desde la Providencia y que el centro hay que buscarlo en Jesucristo. Pero, claro está, existe la libertad y "dos amores fundaron dos ciudades: el amor a uno mismo hasta el desprecio de Dios y el amor de Dios hasta el desprecio de uno mismo". Y ahí está todo dicho y el autor lo expone con mucha más profundidad y ejemplos.
Un libro fundamental, que ha de conocerse a menos en sus ideas principales y que es bueno tener en casa para, aunque sea en breves sorbos, entrar en contacto con una mente clarividente, la de un santo.