Navidad del año 1941, un escritor húngaro coincide en un refugio de montaña con un pianista, y otros personajes "peculiares". Al cabo del tiempo el escritor recibe un manuscrito del pianista y la noticia de que este ha fallecido.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2007 | Salamandra |
256 |
9788498380897 |
Título original: A növér. Traducción: María Szijj y M. Gonzalez Trevejo. |
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Una novela en la que el autor plantea una tesis: la enfermedad física no sólo tiene unas causas físicas. También el estado anímico puede desencadenar el desmoronamiento físico. Más; un sufrimiento moral, un sentimiento de culpabilidad o la frustración personal pueden desencadenar un accidente vascular, incluso la muerte.
Parte de verdad en lo que dice constituye nuestra experiencia: la muerte de un ser querido, la traición y abandono, la falta de dedicación o de atención de la persona de la que dependemos afectivamente pueden degenerar en depresión profunda, en anorexia, en pérdida del deseo de vivir.
Un amor imposible, también. La equivocación en la elección de la persona a la que consagramos nuestro afecto es la causa subyacente en este relato, en el que Sándor Márai nos desvela el mundo interior de un hombre, un artista, que trata de explicar qué ocurre cuando un hombre se deja vencer por la enfermedad y qué es lo que le empuja a elegir la muerte.
La mayor parte del libro es un monólogo interior que puede ayudar al lector a descifrar las claves que conducen al ser humano a la enfermedad. Una enfermedad aceptada ante la derrota psicológica del amor frustrado. ¿Qué puede salvar al ser humano de la aceptación a priori de la muerte? ¿De la falta de ánimo para sobreponerse a la enfermedad?
Cuando ya nada interesa, nada, ni la propia existencia, ¿a qué se puede agarrar el ser humano para sobrevivir?
El autor conduce al lector en ese descenso al infierno de la derrota psicológica hasta lo más profundo: la autodestrucción implícita en las drogas. En el último momento el protagonista, un pianista de reconocido prestigio, comienza el ascenso a un purgatorio que supondrá aceptar su nueva condición física hasta salir al nuevo paraíso de la vida. Una vida en lo que lo esencial se tornará lo primordial y únicamente importante: no más fama, no más público. Como Beatriz condujo a Dante hacia ese nuevo cielo de la aceptación de la vida, una voz femenina, tal vez imaginada, será la guía necesaria.
La completa recuperación implica la sanación del alma: la purificación de las frustraciones y la aceptación de que lo imposible lo es, y por tanto algo destructivo de lo que el hombre se debe alejar.
Obra escrita en 1946; mantiene una estrecha relación, en cuanto al estilo literario, con su anterior novela “El último encuentro”. El corpus de la novela está narrado en primera persona, en el que el enfermo, -un conocido pianista que está en el mejor momento de su carrera profesional: reconocimiento, posición social, etc.-, va relatando la enfermedad que cambia su vida.
A lo largo de la narración, el autor el autor va planteando temas de fondo: Dios, sentido del dolor, el triunfo, la fama, el honor, la muerte, etc. Temas que el protagonista va meditando desde el lecho del dolor. A su vez va reconsiderando un nuevo sentido de su vida. La perspectiva es cristiana, aunque tratada desde el punto de vista de un no practicante con poca formación religiosa.
Especial interés adquiere el último diálogo con una monja/enfermera el la que da a entender que el pecado no existe o poco importa, induciendo a la monja a llevar a cabo un intento de asesinato, ¿por envidia…, o algo más?, pues la monja está enferma (le quedan meses de vida) y el protagonista abandona el hospital después de estar a la muerte, dando un nuevo rumbo a su vida.
La novela se lee bien, y capta el interés del lector desde el primer momento. La prosa es fluida y ágil, aunque, en alguna ocasión, cuando se sumerge en un largo monólogo puede suscitar síntomas de cansancio.
El autor vuelve a bucear por la psicología del hombre que sufre. El pianista representa a un hombre de mente poderosa y débil salud, que pasa de días de gloria en las salas de conciertos de todo el mundo a sufrir una dolorosa enfermedad que le lleva a perder dos dedos de la mano, y al final la vida. En medio de una inmovilidad física, tiene una gran actividad intelectual. Con un estilo muy expresivo analiza la capacidad de sufrimiento, y la vida como "una responsabilidad para la que algunos no estamos preparados". Unas religiosas que le atienden en el hospital reflejan las distintas personalidades humanas que se pueden mostrar ante el dolor. Una vez más Marai vuelve a mostrar toda la forma de pensar que le condujo al suicidio.